Con la llegada de la famosa “crisis mundial”, las costumbres tuvieron que cambiar obligatoriamente para casi todos nosotros. Nos hemos acostumbrado a vivir con cierta serie de cosas y actividades “necesarias” y caras. Computadores, Ipods, tablets, teléfonos de última generación, etcétera, así como salidas a restaurantes, viajes, etcétera, eran elementos muy normales en la vida cotidiana.

Ahora, en la medida en que otras personas las tuvieran y nosotros no, se nos convertían en más “necesarias”. Ver al vecino o amigo de estreno o paseando, se convirtió en un impulso gigante para llegar a conseguir lo que se veía en la demás gente, llegando al extremo de obtener préstamos bancarios u otras acciones para conseguir lo que se quería. Lo que hiciera falta para no quedar rezagado en la carrera.

Esta cultura de consumismo desenfrenado llevó a un desinterés total por las acciones comunes y corrientes tales como ir a un parque, disfrutar con la familia de una charla o utilizar los juegos de mesa. Todo se volvió mas “moderno”. Pero con la llegada de la dichosa crisis muchos hábitos o prácticas tuvieron que modificarse. Porque la cuerda no dio para más. Se reventó y era predecible. Nos cegamos y no pensamos en la posibilidad de que todo cambiara. Y cambió. A la fuerza nos voltearon el ritmo de vida y aquellas tradiciones se modificaron creando un cierto tipo de trauma.

Sin embargo, este cambio debe tomarse con la mayor alegría y esperanza posible. Hay que darle una mayor importancia al tiempo que se vive con la familia, con los amigos. Aprender a utilizarlo de una manera más eficaz, más próspera. Todos los ratos que les dedicábamos a acciones que solo se podían hacer con el dinero deben ser aprovechados para otras actividades igual o mayormente provechosas. Y no sentirse defraudado por tener que hacerlas.

Se debe aprender a vivir con la crisis. Dicen los expertos en el tema que esta mala racha va a pasar. Que el fondo ya se tocó. Dios quiera. Pero cuando esto suceda no se puede volver a caer en los errores del pasado. Vivir sin necesidad de endeudarse, sin malgastar, sin hábitos innecesarios solo por el “qué dirán”. Y sobretodo aprender a disfrutar de la familia. Los momentos vividos con los seres cercanos son el tesoro más grande. No se pueden desaprovechar…

Por Boris Julián Abadía Vivas, especial para www.todosesupo.com

DEJAR UNA OPINIÓN

Por favor escriba su comentario
Por favor escriba su nombre aquí