Cuando Luis Ijají (así dice llamarse él) fue traído por sus padres a Yumbo, apenas contaba tres años de edad. Dice que eso fue hace ya 40 años. Para muchos el nombre de Luis Ijají no significa nada; a lo sumo, una lejana referencia a empanadas y papas rellenas; para otros, algo que tiene que ver con la cosa pública.

Sin embargo, Luis desde hace 15 años forma parte del paisaje rural de la carretera a La Cumbre. Y es que él, en el espacio público, al lado del contenedor de basura que la empresa Servigenerales instaló un poco antes de llegar a Roca Azul, se encuentra viviendo debajo del puente y de un tiempo hacia acá se le ve acompañado por una manada de perros de todas las edades y casi todos con pinta de haber sido algún día mascota de algún hogar.

Al principio fue solo un perro que llevó para que le hiciera compañía en las largas esperas mientras llegan los carros de los veraneantes que bajan de Santa Inés, Montañitas, El Chocho, La Cumbre o Pavas y que paran a botar las bolsas de basura en el contenedor. Luis, entonces, se pone a la tarea de separar lo que venderá en Yumbo.

Mientras va turnando a los perros para acariciarles el lomo, a la sombra del árbol de higuerilla, Luis dice que creció en el barrio Bellavista, por donde hoy queda “el tobogán” (carrera 8 norte). Dice que nació en La Sierra, Cauca. Según las cuentas, entonces sus padres fueron de los primeros pobladores del barrio Bellavista, aquel asentamiento de desarrollo incompleto (nombre eufemístico que le dan los técnicos a los barrios de invasión) que inició en 1972.

Luis vive bajo el puente. Foto www.todosesupo.com

15 años viviendo en el basuro
Luis no da a conocer la razón, pero desde hace 15 años, cuando andaba en sus 28 años, se ubicó en el basuro de Roca Azul (como ya le llaman algunos), o Puente Amarillo de la Federación de Cafeteros (como le llaman quienes lo frecuentan en plan de recreación y deporte). No lo cuenta, y pareciera dar entender que no le interesa contarlo. Pero pudo ser después de que terminó su relación de pareja con quien fue su compañera, con quien tuvo cuatro hijos. Ellos, hoy mayores de edad, dice Luis, viven en el departamento del Cauca donde el abuelo materno les dio sendos lotes de terreno para que trabajaran por su cuenta. De su ex esposa solo dice que se fue con otro; de sus hermanos, que se encuentran en Bogotá.

Mientras cuenta esa faceta de la vida a Luis no se le borra la risa que siempre ilumina su rostro. Al oír el comentario de que a lo mejor los perros son menos ingratos que los humanos, Luis acrecienta su sonrisa, y cambia la conversación contando que poco a poco fueron llegando perros abandonados que esperan a que él separe el plástico, el papel y todo aquello que venderá en Yumbo, para poder devorar las pocas sobras de comida que dejan los veraneantes a su regreso al infernal calor del valle.

Los perros de Luis. Foto www.todosesupo.com

Los primeros acompañantes que tuvo Luis fueron perros abandonados por sus amos. Pero luego se hizo frecuente el arribo de familias que le dejaron en custodia sus mascotas porque lo que creyeron que era amor por un miembro más de la familia, había resultado ser fiebre pasajera y la paciencia para tenerlos en casa se había agotado. Preferían ellos llevarlos a Roca Azul y no dejarlos en la calle porque temían que fueran capturados por la perrera y, como dicen que en el Centro de Zoonosis los sacrifican, el poco afecto que aún sentían por quienes fueron sus mascotas les impedía imaginarlos en tal situación.

La manada crece y llegan los problemas
La manada siguió en aumento, a lo que contribuyó la reproducción natural derivada de las hembras en calor y la generosidad de los machos en calmar su fogosidad. El hecho es que pronto Luis se vio acompañado, según él, hasta por sesenta ejemplares. Hasta el día en que ocurrió lo que habría de ocurrir en una vía poco transitada por vehículos, pero sí muy concurrida por los caminantes y los ciclistas.

Cierta mañana uno de los tantos canes hizo perder el equilibrio a un ciclista recreativo. Sufrió lesiones y una vez dado de alta en la clínica, instauró la denuncia por el riesgo de esos perros en la carretera. Luis asumió su responsabilidad y le fueron retirados 45 perros que fueron a parar al Centro de Zoonosis en Cali. No habla él de si tuvo que pagar gastos de hospitalización del ciclista lesionado o indemnización alguna, sin embargo por parte alguna no se ve cómo podría pagarlo, pero para él sí fue un golpe duro ver cómo enjaulaban a 45 seres a quienes quiso como si fueran de su familia.

Así como Luis, el señor de los perros, se convirtió en parte del paisaje, para otros en cambio se convirtió en motivo de preocupación. Y es que puede ser un asunto de salud pública, decían muchos. No faltó quienes corrieran a marcar el 6959244 o el 6959245 para poner la queja en el noticiero de Rodrigo Mosquera.

Sin embargo, otros de manera propositiva se preocuparon por la situación. Con estas palabras no lo dice Luis, pero reconoce que vacunaron contra la rabia a los perros restantes, y con orgullo manifiesta que todos sus perros están vacunados. Cuenta también que algunas personas a veces arriman y lo llaman para que salga de su cambuche de debajo del puente para contarle que están gestionando un hogar para todos sus perros. Otros le hablan de proyectos, pero los meses pasan y no pasa nada. Mientras tanto siguen llegando más perros.

A pesar de las dificultades Luis y sus perros siguen ahí
No es fácil mantener tantos perros, reconoce Luis Ijají. El dinero que le dan por el material que recupera en la basura es muy poco, no solo por los bajos precios sino porque no todos los veraneantes tienen la cultura de dejar en el contenedor los residuos y prefieren arrojarlos en la carretera. Pero ahí voy. No falta la gente que viene a darme dinero o quienes me traen alimento para los perros. Llama a Negro, quien menea aún más la cola cuando Luis dice: Este cuando llegó aquí traía en el lomo un kilo de Nutrecan.

Hay quienes dicen que las mascotas no consideran a sus dueños como sus amos sino que los ven como sus propiedades, y entonces lo que algunos humanos consideran lealtad no es sino una muestra de que el animal cuenta con que va a recibir afecto y comida. Por eso los perros están contentos con Luis, y nunca lo abandona alguno. Por el contrario, lo extrañan cuando baja a Yumbo; eso dijo y hasta lo pusimos en duda.

Luis y la Mona. Foto www.todosesupo.com

Lo encontramos bañando la Mona
Días después de nuestra visita al señor de los perros en Roca Azul, a la altura de Los Pailones alcanzamos a Luis quien subía en su bicicleta. Le escolta una perra de gran tamaño. Como sabiendo la necesidad de la perra de darse un chapuzón en el río, la autorizó con una piedra que tiró al charco. La perra feliz se zambulló.

Mientras tanto Luis nos contó que esa perra, a quien llamó Mona, la recogió en la plaza de mercado de Yumbo. Según él, estaba muy enferma pero la recuperó. Desde entonces nunca se aparta de su lado y es el único ejemplar que baja con él hasta el casco urbano cada vez que lo hace. Después del baño de Mona, Luis emprendió su marcha carretera arriba, faltándole aún cerca de dos kilómetros para llegar a su cambuche donde de seguro que le esperan sus otros 14 perros.

Cuando le faltaba un kilómetro para llegar pudimos comprobar que no es mentira el cuento aquel de que los perros lo extrañan cada vez que baja a Yumbo. Echados a la orilla de la carretera, cual atalayas prestos a anunciar la llegada de su benefactor, tres perros que percibiendo que a la vuelta de la curva se acerca Luis, emprendieron carrera a encontrarlo. Casi lo tumban de su bicicleta en su afán de saludarlo, o de pronto por husmear la ropa y la pequeña bolsa amarrada de la dirección indagando si les trae comida.

En la ruta se fueron sumando más perros. Mientras tanto en las casitas que Luis les tiene dispuestas al lado del puente sólo esperaban los últimos cuatro cachorritos que dejaron abandonados en días pasados y los que tímidamente empiezan a integrarse a la manada…

Por Juan de Dios Vivas-Satizábal para www.todosesupo.com.

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