Andrés Caicedo nos visita por estos días en Yumbo, de la forma como siempre quiso: con su obra. Al parecer su motor para vivir era alimentar la idea que uno debe “morir y dejar obra”.
El Instituto Municipal de Cultura de Yumbo, Imcy, y la Biblioteca Pública abrieron, desde el 8 de octubre y hasta el 28 del mismo mes, la Exposición Andrés Caicedo, en homenaje al prolífico escritor caleño. Los interesados se deben acercar al segundo piso de la Biblioteca Pública Municipal, en la Carrera 4 No. 5-27 frente al Parque Belalcázar, de lunes a sábado en el horario habitual de atención al público.
A continuación, les compartimos una entrevista que le hiciera el yumbeño José Julián Mena Rivera a Guillermo Lemos, quien fuera amigo entrañable del escritor Andrés Caicedo, y que viene gestando en compañía de la licenciada Ángela Rosa Giraldo, un proyecto llamado La Ruta de Caicedo; la cual recorre los lugares emblemáticos de la vida y obra del escritor caleño.
Guillermo Lemos, amigo entrañable de Andrés Caicedo, promueve la Ruta de Caicedo en Cali. Foto José Julián Mena R.
La Ruta de Caicedo
Entrevista a Guillermo Lemos, amigo de Andrés Caicedo.
Por José Julián Mena Rivera
Jmenarivera2@gmail.com
A la persona que leyó por primera vez, en voz alta, Que viva la música, con su autor Andrés Caicedo, lo acompañaban cuatro paquetes de Piel Roja, una onza de marihuana, tres gramos de coca y una canasta de cerveza.
Guillermo Lemos fue el gran amigo de Caicedo en sus últimos años de vida. Juntos recorrieron la Cali de los setenta, que inspiró El atravesado y Que viva la música, obras cumbres de Andrés.
Hoy, dos grandes amantes de la obra caicediana, Guillermo y la licenciada Ángela Rosa Giraldo promueven La Ruta de Caicedo (https://www.facebook.com/LaRutaDeCaicedo?fref=ts) la cual acaba de ganar la Convocatoria Estímulos 2013, en Industrias Culturales de Cali, adscrita a la Secretaría de Cultura y Turismo.
Durante el trayecto, Lemos nutre de comentarios el recorrido cultural. “Yo tuve la suerte de compartir con Andrés Caicedo el momento creativo de sus obras. A mí me llegaron todos los datos de primera mano”, afirma.
Pero detrás del mesurado individuo, que sabe que lo cobija la sombra de uno más grande, se deja ver un hombre que no pretende ser “respetable, ni una vaca sagrada”, como él mismo dice, sino alguien que siempre será el hombre embluyinado, el eterno alumno.
Andrés Caicedo decidió acabar la obra de su vida, el 4 de marzo de 1977, después de tomar 60 secobarbitales, cuando estaba en su apartamento, el 101 del Edificio Corkidi, en la Avenida Sexta. De la vida y de la muerte habló muchas veces con Guillermo Lemos; Caicedo le decía al respecto: “Yo quiero morir joven, porque la genialidad se termina, es perecedera; porque la madurez es la aceptación de las derrotas”. Y en contradicción con su amigo, Guillermo contestaba: “Yo quiero morir viejo, yo voy a vivir largos años, porque amo infinitamente la vida”.
Tanto el uno como el otro, se salieron con la suya. Aunque, paradójicamente, durante muchos años para ‘Guillermito’, como cariñosamente lo llamaba Andrés, había una búsqueda, inconsciente, de la muerte, que nunca llegó. “Estaba metido siempre en cosas muy riesgosas, viviendo la vida de un drogadicto, casi de un desechable, y experimentando cada día el tema de la limpieza social. Dos veces me intentaron matar. Llegó un momento en que me insensibilicé”.
Cuando ves Angelitos empantanados te imaginas un futuro incierto para esas pequeñas criaturas, acepción que no estaba tan lejos de la realidad. A pesar de que la obra era una improvisación teatral, más tarde se convertiría en el preludio de una vida de excesos para algunos de ellos (ver fragmentos editados por Luis Ospina de un video de Andrés Caicedo y Eduardo Carvajal http://vimeo.com/21373310).
“Nosotros no vivíamos para la droga, no era visto como algo delincuencial, pero en los ochenta viene el basuco y, ese sí, no tiene amigos, es egoísta, te destruye; me había robado mi valía. Porque si yo era la mierda más grande, me voy a destruir”, pensaba. (Ver documental El ángel del pantano, dirigido por Oscar Campo http://vimeo.com/34125871).
“Con el documental me volvió la autoestima. Sin llegar a la petulancia y al egocentrismo. Me di cuenta de que yo tenía algo que contar y si los demás contaban conmigo, por qué yo no. Fue como una catarsis”, explicó, mientras encendía su segundo Pielroja.
“Andrés me dijo ‘Yo quiero escribir literatura para jóvenes, pero tengo que buscar los elementos, porque no quiero que mi literatura pierda el realce local, el que es en Cali’”.
Lejos de la imagen que relata de sí mismo, de su pasado, encontramos a un hombre mayor, de pómulos pronunciados, sentado con la tranquilidad de aquel que no le debe nada a la vida, con la paz interior que le deja el “estar limpio” –así es como le llama al haber dejado las drogas hace 19 años- eso sí, pagando el precio de una salud disminuida que se refleja en su repetida tos.
El mismo Guillermo que desde hace cuatro años vive con su madre, la cual nunca imaginó que fuera su travieso y a veces incontrolable hijo quien la acompañaría en el colofón de su trasegar en la vida y, al relatar sus historias con Andrés o sin él, te das cuenta de que tiene mucho por contar.
Cualquier calle, cualquier rincón de la Sultana del Valle servían como rescoldo inspirador para el literato de la urbe. “Caicedo volvió la ciudad como algo lírico. Sus personajes siempre están en movimiento, recorriendo la ciudad”, la misma ciudad de Andrés, de Guillermo, la misma Cali tuya y mía, la misma que se recorre en La Ruta de Caicedo.