Por Ricardo Iglesias Dávila para www.todosesupo.com
La lectura y la escritura lejos de ser estrategias de aprendizaje y herramientas para comprender la realidad, o sus variopintas representaciones, son procesos enfocados en la interacción y la comunicación entre los individuos, con sus entornos, con los mundos posibles, con las experiencias ajenas, con la construcción de puntos de vista y con la capacidad de enriquecer las habilidades de expresión.
Las competencias en lectura y escritura se estructuran en la adquisición y desarrollo de las destrezas gramaticales y comunicativas. Las primeras, enmarcan el reconocimiento y la utilización, adecuada, de los elementos lingüísticos que materializan las ideas. Las segundas, el manejo de diferentes estrategias para expresarlas, eficazmente, a los lectores. La enseñanza y el aprendizaje de la lectura y la escritura demandan un proceso amplio, constante y claro para guiar a los estudiantes en su aproximación al estudio, al uso de la lengua, a los entornos inmediatos, a sus propósitos y a la construcción de su propia visión de mundo.
Cada ambiente de interacción genera y rige sus propios términos. El significado de numerosos vocablos, señales y gestos depende exclusivamente de su contexto. Entre amigos, se manejan ciertos acuerdos, palabras y tonos que no se permitirían en otros lugares: marica para saludar a sus amigos face to face y MK para hacerlo en las redes sociales. En la casa, sus progenitores son mamá y papá, mientras que entre amigos pueden decir: la cucha y el cucho. La comunidad académica procura el prestigioso uso de las palabras, entre otras causas, porque pretende la comunicación efectiva entre individuos que provienen de diferentes entornos. El ambiente académico puede o buscar homogenizar los actos de habla, pero sí tejer relaciones entre los espacios, los términos, los temas y las intenciones.
Cada área de saber maneja contenidos específicos con lenguajes cargados de tecnicismos para referirse a sus objetos de estudio, a las relaciones entre ellos y a las interacciones con el entorno. Conocer una disciplina conlleva aprender un nuevo lenguaje pues, más que un conjunto de palabras, es el conjunto de conceptos que la conforman. La interacción decidida y consciente con los términos de la disciplina estudiada permite que los estudiantes los aprehendan, los asimilen, los expresen, los transformen, los enriquezcan y, también, se transformen a sí mismos.
Con el aprendizaje del lenguaje disciplinar, los estudiantes pueden alcanzar dos competencias fundamentales: saber-hacer y saber-comunicar. Para ello es preciso comprender que la lectura, como fuente de conocimiento, y la escritura, como expresión de la visión de mundo, se constituyen en los procesos para la generación de sentido, la interpretación de los tipos de textos, la adquisición de conocimiento, la transformación de realidades particulares, la expresión de puntos de vista, la producción de nueva información y la construcción de saberes. Quien no sea competente estará en medio de una realidad que lo excede y escapa a su entendimiento. Por tanto, los profesores deben darse a la tarea de alfabetizar y guiar a los estudiantes a través de lecturas, ejemplos y actividades que les provean de las estrategias y los métodos pertinentes para adquirir los conocimientos y desarrollar las destrezas que los aproximen a los temas de estudio, a la aplicación de lo aprendido y a plantear propuestas que enriquezcan su autonomía, su pensamiento crítico y su capacidad propositiva.
La escuela es el sitio donde lo que se aprende tiene la finalidad de ayudar a seguir aprendiendo. Es el espacio para mantener y exacerbar la curiosidad, las ganas de conocer el mundo, de acercarse a los distintos saberes, de equivocarse, de construir proyectos de vida. Aprender es el proceso orientado por los profesores para que los estudiantes aprendan a aprender y visualicen y logren sus propios sueños.
Pensar la lectura como el proceso mental que conlleva observar, aprehender, entender, comprender, interpretar y significar el mundo permite ampliar el concepto de texto a todo aquello que significa: una nube gris, el ruido de un motor, las notas musicales, un grito, la temperatura de un recipiente, las luces de un vehículo, los garabatos infantiles, una mueca, los colores, las grafías, las palabras, un verso… Llegado a este punto, es posible afirmar que la lectura facilita el acceso al aprendizaje, al conocimiento, al aprendizaje y a la escritura. Quien lee, no sale incólume, algo aprende y algo tiene para decir.
Leer, en sencillo, es dialogar con las ideas de un texto desde un espacio particular, unas circunstancias temporales únicas, una historia personal y unos fines. Es el oficio de acercarse a los textos, desde perspectivas diversas, para identificar los puntos de vista sobre los temas o asuntos que tratan y proponer un texto nuevo que dé razón de la visión de mundo del lector. Toda lectura debiera ser crítica y propositiva.
La vida, en algunos entornos, depende de la lectura. Atravesar una calle implica relacionar distancia, tiempo y velocidad para no morir en el intento. No detenerse ante el semáforo en rojo, por afán o cualesquier motivo, resulta temerario. En los dos casos, saber y no aplicar podría resultar fatal.
Se puede vivir, bien o mal, sin leer porque no es una necesidad básica. Leer es una sentida necesidad cultural que aún no logra generalizarse y que involucra variables económicas, familiares, educativas, volitivas y políticas. Asimismo, La mayoría de lectores lo hace de manera funcional para realizar sus actividades más cotidianas: abordar un bus, identificar los precios en el mercado, informarse sobre los últimos acontecimientos de fútbol o de farándula o consultar que le depara el futuro.
Sólo a través de los sentidos es posible interactuar con el entorno, pero es sólo a través de la lectura que se apropia el mundo, se obtiene información, se genera significado, se proponen nuevos saberes y se transforma cada persona. “Leer o no leer, he ahí la diferencia”.
Yumbo, 14 de febrero de 2016