¿Dónde Tutaina y Tuturamaima y el Burrito Sabanero y la Nanita Ea? ¿Y que se hizo la venerable Margarita del Santísimo Sacramento a la que le pedíamos “la gracia de la cual necesitamos tanto”?
Definitivamente los que estamos en la edad de la jubilación vivimos otras Navidades en las que los villancicos, la corona y las guirnaldas nos hacían sentir una mezcla de nostalgia y euforia, sentimentalismo y religiosidad que fue reemplazada por el ajetreo navideño sinónimo de consumismo masivo y compulsivo, que ha llegado a crear fenómenos mercantilistas como los Black Fridays, que ya el mundo entero reproduce de manera inmediata por el ciber espacio.
No creo que haya un hombre o mujer menor de 30 años que pueda, como lo hacíamos nosotros, recitar la Novena de Aguinaldo a partir del “Benignísimo Dios de infinita caridad” pues la compasión es un concepto abstracto que no tiene una explicación en el ególatra mundo de hoy y esa retahíla que con tanto entusiasmo y fe repetíamos de memoria, es chino avanzado para quienes, acostumbrados a twitear con monosílabos, más de tres frases seguidas es un regaño o cantaleta…
Los pesebres que recreaban, “la pobreza, humildad y demás virtudes así como las incomodidades y las tiernas lágrimas del Niño Dios”, fueron reemplazados por un portal que emerge en “una Villa” que tiene carrusel con tiovivo, tren eléctrico que pasa por túneles y viaductos, lago congelado con esquiadores, coquetas tiendas y pastelerías, es decir casi que un Disney Word en miniatura, donde el único pobre y desubicado es Jesús.
De aquel primer árbol de Navidad que San Bonifacio adornara en su Alemania natal, por allá en 1605 con manzanas y velas, ya no queda ni rastro. Las manzanas, que fueron inicialmente reemplazadas por las tradicionales bolas de colores, son ahora suplantadas por cantidades de adornos, tantos que es imposible descubrir una sola rama verde del árbol que queda sepultado en montañas de mallas multicolores, duendes, hadas, flores y cuantos objetos brillantes y llamativos surgen de la mente de los diseñadores industriales de las grandes factorías de adornos navideños, que rematan el árbol, ya no con la tradicional estrella que debería guiar a los Reyes Magos, sino con un ostentoso penacho cual volcán en erupción, cuando no con un moño gigante o un ángel que hace peligroso equilibrio en la punta del pino.
Y ni hablar de las luces, que en tiempos pasados eran un recuerdo de las estrellas, discretas y distantes y que ahora tienen tecnología led, de un blanco intenso y casi que hiriente, que no titilan lenta y acompasadamente, sino que se apagan y se prenden a un ritmo frenético como si estuviesen tan estresadas como sus dueños.
Hemos cambiado la recreación de escenas bucólicas de un Belén transplantado a nuestras montañas con cafetales y palmeras, patos que nadan en lagos de espejo, y rebaños de ovejas más grandes que las vacas, por estampas nevadas en las que aparecen incluso íglús y pingüinos que se codean con gigantescos muñecos de nieve y permanecen inalterables e incongruentes en las entradas de algunos centros comerciales a pesar del calor tropical de nuestra ciudad.
“La humildad profunda y el desprecio por todo lo terreno” del que hablaba la novena es una apostasía en tiempos de la oferta y la demanda y donde el tener es sinónimo de poder y definitivamente practicamos la adoración por todo lo terreno…
Más aún, aquella ingenua petición de ayuda para “vivir una vida santa y conseguir una eternidad bienaventurada” es sólo la señal inequívoca de lo despistados que estábamos quienes nacimos en el siglo pasado creyendo que la santidad era el camino para alcanzar una trascendencia que ahora se logra a través de la fama, la notoriedad y el escándalo que es lo único que se nota en el mediático mundo globalizado en el que se consagran como héroes a quienes por un momento rompen las reglas y desafían los paradigmas.
Y ni para que mencionar “la prudencia que hace verdaderos sabios” cuando lo que menos se practica en esta época de excesos es la prudencia con el pretexto de celebrar la Navidad, que por tradición y convicción debería ser un tiempo de paz y recogimiento virtudes que también se nos embolataron.
www.todosesupo.com agradece al director de CaliViva Revista+Guía de Ciudad, Iván Delgado, la gentil autorización para publicar este texto, el cual apareció en la edición 17, diciembre 2013- Enero 2014.