Por Boris J. Abadía V., para www.todosesupo.com
Como cada vez es más evidente que una gran parte de las personas somos de naturaleza egoísta, que no nos interesa lo que pase con el resto y que, salvo intervención divina, no habrá cambio en un futuro cercano en nuestras acciones -si una pandemia no pudo hacerlo no sé qué más se necesitará-, me pregunto sobre la real importancia que tienen actualmente los comunicadores sociales, viendo que la gente ni lee, ni mira, ni escucha noticias. Total, cada uno vive en su propio mundo y lo que pasa en el resto no importa. Que las cosas vayan mejor o peor a mi alrededor es irrelevante, teniendo en cuenta que lo único valioso es lo que me pueda afectar o a mi familia directa, aunque en algunos casos ni a estos últimos siquiera.
La labor del periodista es la de informar gracias a una investigación acerca de todo lo que esté ocurriendo, teniendo en cuenta que el suceso sea relevante y que, si éste amerita alguna denuncia, pues se debe hacer, eso sí, sin llegar a tomarse en ningún momento el papel de fiscal o juez. También consiste en resaltar aquellos hechos positivos que sucedan, siempre y cuando alcancen el nivel de acontecimiento noticioso. En muchas ocasiones los medios de comunicación emiten con una mayor cantidad las noticias negativas a las positivas, ya que a gran parte de la gente le interesa más ese tipo de publicaciones, pero en simple plan amarillista. Lo bueno puede que llame algo la atención, aunque no a los niveles de interés que pueda llegar a tener lo sensacionalista.
Parece ser que al calificativo de “peligroso” que ya tenía esta profesión, también se le añadió lo de ser algo “inútil”. A los periodistas que transmiten hechos incómodos se les ha amenazado o les han acusado de incendiarios, de querer sólo destacar lo sucio, como si la vida se tratase de un mundo de fantasía o como si hubiera un interés extra por esconder lo malo que esté pasando; allí es cuando la inutilidad del comunicador se hace evidente. Mientras la gente no quiera enterarse de lo que suceda o mientras algunos pretendan tapar los problemas que se deben solucionar, vaya uno a saber por qué, de nada servirá la buena faena hecha en el averiguar y comunicar.
Tal vez un buen ejercicio sería el de imaginarse un mundo sin noticias o sin nadie que constantemente informe sobre lo que esté sucediendo, esto no debería ser tan traumático ya que al fin y al cabo no le prestamos mucha atención a ello. Con que en nuestra programación de televisión diaria haya una buena dosis de deportes y telenovelas que nos entretengan ya tendríamos bastante. Y si no es suficiente, Netflix o alguna plataforma de películas, series o documentales también ayudarían. No haría falta que nos informen si llega un virus a nuestro país, así sea irreal como lo piensan algunos, por poner un ejemplo. De la misma manera, otro buen ejercicio podría ser el no ignorar lo que pasa en el mundo así nos lo sugieran, ya que lo que quieren es que nuestra ignorancia aumente. Es cuestión de escoger cuál nos conviene más.
Boris J. Abadía V., yumbeño radicado en España hace 19 años.
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