Nota del Director: Con motivo de las fiestas patronales del Señor del Buen Consuelo, que se celebran el último domingo del mes de septiembre, compartimos la reseña que escribió fray Alfonso de la Concepción Peña.
Esta reseña fue publicada junto a la novena que en honor del Señor del Buen Consuelo el mismo fray Peña escribió en 1935 cuando llegó a Yumbo. Esperamos que aprecien este documento histórico de lo que ha sido la vida de fe y de comunidad de los yumbeños.
Yumbo, breve reseña
Por fray Alfonso de la Concepción Peña.
A los veinticinco minutos, en auto, poco más o menos, de la ciudad capital del Valle del Cauca, en la ribera izquierda del caudaloso y majestuoso río Cauca y al pie de la última estribación de la cordillera occidental se sienta la simpática población de Yumbo.
Esta población no es de ayer. Su origen se incrusta en el corazón de la conquista. Ha sido cuna de familias honorables de las cuales todavía quedan descendientes que encuentran su raigambre y abolengos ilustres entre las más nobles y linajudas de nuestra capital. Sus habitantes son nobles y generosos, como es noble y generosa la tierra que cultivan los incansables brazos de los hijos de Yumbo. La tierra es propicia para toda clase de cultivos especialmente para las frutas. Las condiciones climatéricas son excelentes lo que hace que sea el punto predilecto para el veraneo de multitud de familias. Las casas de la población son en parte de teja, otras de paja y algunas de zinc, lo que le da a este pintoresco lugar un aspecto humilde y sencillo, haciendo al mismo tiempo contraste con la nobleza e hidalguía de sus moradores.
El centro de atracción de Yumbo es la imagen milagrosa del Señor del Buen Consuelo, venerada allí desde tiempos inmemoriales, pues ya desde el año de 1730 era venerada con una fe y una piedad que podemos decir raya en el delirio.
Así como el templo de Jerusalén levantado por Salomón era el centro del reinado y como el corazón del pueblo, pues allí Israel se comunicaba con Dios y Dios con su pueblo, y allí se daban cita en él diciendo con alegría: “Venite ascendamus ad montem Domini et ad domum Dei Jacob”, así también todos los hijos de Yumbo acudían a la antigua iglesia Parroquial, como a su centro, pues allí estaba el centro de todos sus amores, el Cristo del Buen Consuelo. Esa imagen santa ha visto pasar muchas generaciones, ella ha recibido el perfume de los corazones infantiles; los jóvenes han acudido a buscar en El la bendición para las ilusiones de su vida; el hombre ha caído de hinojos demandando su protección y la ancianidad ha buscado en Él el amparo para el feliz término de su jornada. Su pedestal ha sido bañado por las lágrimas de las esposas y las madres. Él ha sido el compañero fiel para los días alegres y también los días aciagos.
Mas toda esa fe, esa esperanza y ese amor de que ha sido objeto por parte de su pueblo, ha obtenido la más noble correspondencia, pues ha sido en el correr de los siglos, de los años y de los días el venero inagotable de milagros, gracias y favores con que a diario ha regalado, no sólo a los moradores del pueblo, sino a las caravanas de romeros y peregrinos que, movidos por la esperanza y llenos de fe, han buscado la sombra protectora de los brazos de esa imagen milagrosa.
Este pueblo agradecido ha logrado, gracias a su generosidad y perseverancia, transformar la antigua iglesia en suntuoso templo que ha de ser el verdadero motivo de orgullo para los hijos de esta privilegiada población.
No está por demás bosquejar a grandes rasgos algunos de los milagros y favores que el Señor del Buen Consuelo ha dispensado a los corazones que en El han confiado. (Al narrar estos hechos estamos en todo sometidos a las disposiciones de la Santa Sede, sobre la materia). En las tablas de una antigua urna se encontraron grabadas escenas de muchos de ellos.
Registrando los libros parroquiales hemos encontrado entre otros, el siguiente milagro: En el año de 1864 venía de la población de Pavas el señor Agustín Prado. Al llegar al cerro denominado «Pan de azúcar» de esta población, se asustó la bestia en que venía y súbitamente se lanzó al abismo. En estos horribles momentos invocó lleno de fe al Señor del Buen Consuelo. Cuando Prado pensaba que terminaba su vida, sintió de repente que cenca al lugar donde se encontraba, pasaban tres personas. Eran unos vaqueros que andaban ejercitando su oficio. Ellos pudieron darse cuenta de lo ocurrido y lograron, con unas sogas, extraer de aquel lugar al jinete y al caballo en perfecto buen estado.
Corría el año de 1873. La Sra. María Josefa Calzada de la ciudad de Buga sufría una dura parálisis que la había imposibilitado completamente para todo movimiento. Ella hizo que se le trajera en camilla para pedirle al Señor del Buen Consueto que le devolviera la salud. Grande fue el asombro de los circunstantes cuando vieron que la señora Calzada salía de la iglesia caminando perfectamente y sin dolencia de ninguna naturaleza.
Otro milagro portentoso y que nos muestra con absoluta verdad la bondad del Señor del Buen Consuelo, es el verificado en la persona del señor Ricardo Ferrerosa, actual síndico de la obra de construcción del templo, quien ha desplegado todo su interés para retribuirle al Señor las gracias que le dispensó devolviéndole la salud, pues estando a bordo del sepulcro y agobiado por cruel enfermedad, puso su esperanza en el Señor y consiguió su perfecta salud, de que hoy disfruta.
El que esto escribe certifica que le consta lo que en seguida relata: La familia de Braulio Vélez y Verónica Domínguez, vecinos de Guacarí. Uno de los miembros de dicha familia llamado José Nicomedes Vélez enfermó el dos de enero del año de 1934, día sábado. Cayó herido de muerte atacado por una fuerte enfermedad. Después, según el juicio de los médicos, le atacó una peritonitis. Fueron perdidas todas las esperanzas de salvarlo y entonces todos los que lo acompañaban en su lecho empezaron a ayudarlo a bien morir. En aquel estado agónico Vélez se acordó del Señor del Buen Consuelo e invocó su santo nombre con profunda devoción. Toda la familia del enfermo más tarde cumplía en compañía de Vélez una formal promesa hecha al Señor del Buen Consuelo por el restablecimiento de la salud seriamente amenazada con tan dura enfermedad. Se hizo cantar misa solemne y todos los familiares de Vélez comulgaron con santa devoción.
Esta población ha sido siempre franciscana desde su origen. Todos sus moradores han acudido siempre al convento en demanda de gracias y favores y han recibido con los brazos abiertos el remedio espiritual. Por escasez de clero en los últimos años, el Excelentísimo señor Obispo se ha visto obligado a poner a cargo de la Comunidad Franciscana la parroquia de esta población. Dicha comunidad con el beneplácito del superior designó para el desempeño de este puesto al que estas líneas escribe.
Cosas de la Divina Providencia que sabiamente dispone todo. Años atrás fui llamado por el Presbítero Saulo Torres, (q. d. D. g.) cura entonces de la parroquia, a predicarle las cuarenta horas y panegírico de la fiesta patronal. El día de la fiesta era tanta la multitud que había acudido de las ciudades y pueblos circunvecinos, que hube de predicar en la puerta de la iglesita. Con esa ocasión lancé la idea de construir un templo, un santuario digno de la grandeza del Cristo Milagroso. El pueblo y el virtuoso párroco acogieron la idea con beneplácito. Pasaron luego los años sin iniciarse la obra. Se construyó únicamente 1a sacristía y alguna ornamentación en la parte interior. Después circunstancias de diversa índole interrumpieron los trabajos, hasta hace un año que me puse al frente de ella y la obra avanza vertiginosamente con una rapidez milagrosa dada la pobreza del pueblo.
Al hacerme cargo de esta parroquia no encontré en ninguna parte la novena del Señor del Buen Consuelo y movido por la devoción resolví confeccionarla humildemente para que ella, al mismo tiempo que difunda las maravillas de nuestro Señor y avive más la fe en los corazones, sirva también de ayuda a la obra que este pueblo fervoroso ha iniciado en buena hora.
A los hijos de Yumbo la dedico con cariño.
Fray Alfonso de la Concepción Peña,
O. F. M. — Vicario.
Don Ernesto Lenis Díaz (q.e.p.d.) hace varios años me obsequió la novena original que publicó fray Peña y de la cual he reproducido la reseña de Yumbo y su templo.
Juan de Dios Vivas-Satizábal, director de www.todosesupo.com
Importantísimo aporte a la vivencia de la Fe depositada en el Señor del Buen Consuelo y la historia del padre fray Alfonso de la Concepcion Peña que vive en nuestros corazones.