Por Mahmoud A. ibn Marlium Jamir para www.todosesupo.com
Hace unos años tuve la oportunidad de asistir a un diálogo en que, a propósito de una tarea escolar, una estudiante preguntó a su abuela —que fue educadora durante una gran parte de su vida— sobre los llamados reinos de la naturaleza. Sin dudarlo un instante la abuela respondió que eran tres: vegetal, animal y mineral. La joven decidió prescindir de la ayuda de aquella.
Y es que unas décadas atrás, en nuestros propios colegios se nos educaba, sin vacilación alguna, con ideas como, por ejemplo, cómo Thomas Alva Edison después de no sé cuántos intentos había inventado el bombillo; también —en mi caso— tuve que deshacerme de todo lo que poseía de ciertas caricaturas porque una profesora decidió compartir, en plena clase, un texto en que se aseguraban ideas de pactos con el diablo o mensajes subliminales en la televisión, por no mencionar lo que se decía de cierta música y de ciertos artistas.
También, se me dijo con certeza plena que nuestra especie sólo llegaba a utilizar el diez por ciento de nuestro cerebro, que quienes consumían chicle, o goma de mascar, no deberían tragarlo para evitar que se «pegaran las tripas». Por otro lado —o mejor, por ese mismo— se nos advertía sobre los peligros que convocaba el hecho de nadar después de comer, se aseguraba que la Muralla China era la única construcción que podía verse desde la luna y se nos convenció que tronarse los dedos causaba, en el mejor de los casos, artritis. Se nos aseveró que a Albert Einstein no se le daban muy bien las matemáticas en su infancia y en su juventud y que además no había hablado hasta los cuatro años de edad.
Nunca, jamás, bajo ninguna circunstancia se podía despertar a una persona sonámbula por el riesgo latente de que se infartara o algo así. Todos vimos —incluso en la actualidad— estatuillas y figuras de un monje obeso de quien se aseguraba que era Buda, del mismo modo crecimos con profundas suspicacias ante el horno microondas, creyendo ingenuamente que los murciélagos son ciegos y que las cigarras se revientan de tanto cantar.
Adicional a ello, quienes tuvieron consolas de videojuegos como Nintendo sabrán de qué les hablo cuando se les decía que jugar dañaba el televisor. También, hasta hace poco —y tal vez actualmente también— se nos desaconsejó leer dentro de un carro en movimiento puesto que se nos podía «desprender la retina», pese a que ello no tiene absolutamente ninguna evidencia científica que lo respalde.
En fin, antaño estuvimos atestados de mitos que provenían de figuras de autoridad que consideramos infalibles, en cambio hoy día también.
Sí, hoy día que, no sólo contamos con información al alcance de un clic, sino además de la popularizada inteligencia artificial. Tal vez la utilizamos de forma inadecuada o tal vez tiene prioridad lo que se dice a través de los llamados influencers o la ya obsoleta televisión.
El concho I: No tengo idea de si el Presidente de la República consume algo además del «café en las mañanas», pero me llama la atención el hecho de que cualquier ciudadano puede jugar a ser ente acusador, investigador y juez de manera exprés.
El concho II: En la rendición de cuentas del 20 de Julio, el Presidente aportó cifras y datos, pero no recibió lo propio de parte de la autodenominada «oposición inteligente». En cambio, aportaron relatos y opiniones infundadas.

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