El Piqueteadero Horno Dapa, es el pionero de estos negocios en la antigua vía Cali Yumbo. Estuvo ubicado en el crucero al corregimiento de Dapa, lugar donde estuvo antiguamente un conocido motel; hoy día, ocupa dicho espacio el centro comercial Small Center.
El Horno Dapa al principio funcionó en una pequeña casa de bahareque donde se vendía únicamente pandebono, pandeyuca y gaseosas. Llegó a acreditar tanto sus productos que sus propietarios Carlos Arturo Arango Lalinde, q.e.p.d., y su esposa Estella Fernández Cucalón se vieron en la necesidad de tumbar la “casita” y construir un local con apariencia de Estadero. Ocupaba una amplia zona, rodeado de mucha vegetación, lo que permitía al visitante disfrutar del aire fresco que bajaba de la montaña.
El Horno Dapa era un paradero obligado de las gentes que se dirigían los domingos y festivos a los bañaderos o “pilas” de Dapa, como se las ha conocido, como también para las gentes que vivían en las zonas montañosas. ¡Era un sitio encantador!
Queriendo sus propietarios conservar lo típico del lugar, prefirieron “amoblar” el local utilizando grandes troncos de madera en mesas y asientos. Un inmenso horno hecho en barro, completaba el equipo de trabajo. El pandebono y el pandeyuca fueron cogiendo fama, a tal punto que había momentos que no daban abasto para atender tanta clientela; además, ya se vendían los deliciosos chuzos de carne de res y de cerdo, preparados con una fórmula “especial” que sólo conocía Estella, su propietaria. Cada chuzo se vendía a $1.50. Llegó el momento en que se atendían solicitudes por encargo. De verdad… eran deliciosos. Visitaban el Horno Dapa, con relativa frecuencia, familias de reconocida solvencia moral y económica que le daban al negocio un toque de elegancia y distinción.
Don Jorge Pineda, pariente de uno de los dos propietarios, viendo el éxito decidió abrir su propio negocio, contiguo al Horno Dapa. La competencia dividió la clientela, que poco a poco, se trasladó y obligó al cierre del establecimiento.
En éste proceso de “«quiebra»” tuvo mucho que ver la presencia de gentes que bajaban de los baños un poco alicorados y querían convertir el lugar en bailadero. Se tomaron las medidas correctivas, como elevar los precios a los artículos, con el fin de continuar siendo un sitio exclusivo, sin embargo el proceso continuó hasta desaparecer su ratón social.
Para aquella época, quien estas remembranzas escribe, estudiaba y ganaba para mis necesidades haciendo las veces de cajero-administrador los fines de semana -viernes, sábado y domingo-; esto hizo que esta actividad se convirtiera prácticamente en mi primer empleo.
Me unió una buena amistad con doña Catalina Sánchez (Cata), que vivía con su familia en cercanías a los baños de Dapa, vecinos al puente. Doña Cata con sus hijos trabajaba los fines de semana en el Piqueteadero.
De ésta primera experiencia recuerdo con mucho cariño a doña María Cucalón, madre de Estella. Ella me indicaba las precauciones que debía guardar con el producto de las ventas, como consecuencia de la ola delincuencial que se daba en aquellos momentos. Para fortuna nuestra, en el crucero instalaren un retén de Policía, que mejoró la situación de inseguridad. Creo que esto también contribuyó al proceso de quiebra que les he venido comentando.
Recordando el ayer… En el Horno Dapa, se asaba en un gigantesco horno, alimentado con leña como combustible, el mejor pandebono elaborado con la fórmula de los abuelos. ¡Qué tiempos aquellos!
La fórmula de los abuelos: maiz curado y molido, almidón de yuca, queso fresco de leche entera; sal, un tris de azúcar y huevo. Puedo asegurar, que quién probó el pandebono del Piqueteadero Horno Dapa, el auténtico yumbeño, no podrá soportar los sustitutos industriales y de panaderías.
Por Ávaro Sanín Gómez para www.todosesupo.com
Álvaro Sanín Gómez. Nacido en Cali (18 de abril de 1943). Radicado en Yumbo desde 1970. Laboró por espacio de 24 años en la Administración Municipal de Yumbo; los últimos años fueron en la Casa de la Cultura, posteriormente Instituto Municipal de Cultura de Yumbo. Ha publicado dos volúmenes de la obra El Pueblo que conocí.