Reconozco que haberme dirigido en la columna anterior a nuestra prestigiosa clase política municipal como un circo pudo llegar a ser ofensivo. Máxime cuando en el propio Congreso de la República es común referirse al pueblito de mis cuitas -y cuotas- como “la universidad de los políticos”. Pese a ello, francamente no encontré por qué asociar a las cautivadoras artes circenses con algo despectivo. Podría haberse apelado a la interpretación romana “panem et circenses” (pan y circo), pero algunos reclamos dieron cuenta de que definitivamente utilicé mal, muy mal, el término.
¿Cómo se me pudo ocurrir semejante inexactitud? Ahora imagino observando a nuestra clase política: un acróbata allá, un mago más allá, unos cuantos payasos cerca de aquel contorsionista, aquel es un domador, otro camina sobre la cuerda floja, este es un escapista, ese parece un hombre bala, el de allá un ventrílocuo…. y muchas otras atracciones. ¿Qué tiene eso de parecido con nuestros líderes?
Además, pese a que se podría llegar a recurrir al zôon politikón de Aristóteles, tampoco hay mucha semejanza por el lado del reino animal. Por ahí salió un gallo, más allá un león tímido, por allá una tortuga, más allá un coyote, por allí un zorro, más de un perro viejo, varios micos, uno que otro delfín, algún burro aunque ningún camello se ve, algunos elefantes blancos, aquel es un lagarto ¡y este definitivamente parece un sapo!… en fin. Sólo esperemos que las ratas no hagan parte del festín.
Sea esta la oportunidad para presentar mi rectificación a semejante disparate. Realmente no sé cómo se me pudo ocurrir.
Por: Marlium Jamir Pérez para www.todosesupo.com
Marlium Jamir Pérez /Estudiante de sociología y de estudios políticos y resolución de conflictos; miembro de la Asamblea Departamental de Juventudes Liberales, del colectivo Colombianos y Colombianas por la Paz, del Parlamento Nacional de Juventudes Liberales y del Instituto del Pensamiento Liberal ‘Alfonso López Michelsen’.