Las amas de casa no salían de su asombro y de su estado de indignación al ver que la trapeada de los pisos había quedado en nada; la ropa que ya estaba colgada en los patios y terrazas, de nuevo habría que lavarla; el revuelto picado para la sopa, negro estaba, y no propiamente de pimienta.
Los transeúntes buscaban los pocos aleros que aún quedan en las calles yumbeñas; los pasajeros presurosos cerraron las ventanillas de sus carros; los pocos nadadores de la piscina de Comfandi salieron del agua porque no se estaban bronceando sino tiznando, y los dueños y administradores de oficinas y locales comerciales con aire acondicionado temieron por el costo del mantenimiento de sus unidades. Todo esto ocasionado por la capa de pavesas con que fue cubierto todo el casco urbano de Yumbo en la mañana del martes 21 de agosto. Afortunadamente no fue martes 13, sino las mentes agoreras y apocalípticas presumirían la hecatombe final o la lluvia de ceniza con que se despidieron los siglos pasados.
En el parque Belalcázar, se dio toda una discusión de Ciencias Naturales, que ya hubiera querido tener el sabio José Celestino Mutis cuando la Expedición Botánica por allá en el siglo XVIII. Todos a una, como en Fuenteovejuna, tratando de discernir cuál era el origen de la profusa lluvia de ceniza que sobre techos y cabezas caían sobre Yumbo, y que en su aspiración, los yumbeños sin distingo de edad, alojaban en sus pulmones. Hubo quienes atribuyeron la ceniza a los incendios forestales que por estos días asolan las escasas zonas verdes yumbeñas, los mismos que de enero a julio de este año los bomberos con diligencia, expuestos al peligro y al robo de los maleantes (así no lo quieran reconocer algunos funcionarios públicos) han apagado en número de 181.
Poco antes del mediodía, y cuando la canícula se hacía más fuerte, llegó el Cienti a dirimir la discusión biológica sobre a qué material vegetal correspondían los restos calcinados que revoleteaban sobre el cielo yumbeño. Cogió al vuelo una de las miles pavesas que danzarinas se precipitaban sobre Yumbo; el dedo índice de su mano derecha lo humedeció en su boca, lo alzó en dirección al sol…
Muchos creyeron que el Cienti trataba de establecer contacto con las fuerzas del más allá, pero en realidad él se encontraba era en el más acá. Con ceremonia, dijo:
-Señoras y señores: salgan de su ignorancia. Estas no son cenizas de la flora desaparecida con los incendios forestales; miren su forma: no corresponden a hojas de esos arbustos mirtáceos de flores blancas, frutos morados y de follaje siempre verde que en número cada vez más reducido, hay en las lomas que circundan a Yumbo. Si así fuera, esta pavesa no fuera alargada como la que ven posada sobre mi mano. Es decir, queridos conciudadanos, no son hojas de arrayán.
-Entonces, ¿qué es?, indagó uno de los tantos desempleados que habitan en el parque.
-Sal de tu ignorancia. Con entonado acento continuó el Cienti. Esta alargada pavesa que apagada ha llegado a mi manos, corresponde a ese pasto o plaga perenne que puede durar muchos decenios produciendo, y que se llama caña de azúcar, la misma que, según Juan de Dios, dizque se sembró por primera vez en América, aquí en la hacienda La Estancia de Miguel López Muñoz; a propósito buen epónimo para un ingenio pero no para un coliseo deportivo.
-Pues bien, continuó el Cienti, del oriente sentí la brisa sobre mi dedo índice, y miren hacia abajo, hacia el lado del Higuerón, allá detrás del Cementerio: ¿Ven ustedes, la erguida columna negra de humo que sobresale sobre el edificio que construyen los hijos de don Vla? Es que los de los ingenios están quemando caña para que les rinda más la producción. Dicen los que saben, los depositarios del conocimiento, que un cortero puede cortar entre una y tres toneladas de caña sin quemar, pero si la queman, su rendimiento se duplica… Dizque en Palmira las autoridades ya no dejan quemar caña; bueno sería que el alcalde, discípulo de Galeno y en honor al Juramento Hipocrático, y la secretaria de Salud, Sandra Miranda Cuero, tan yumbeña como la Chanca, así también lo hicieran….
Y sonó la sirena y empezó la carraspera…
En el cuartel de los Bomberos, Pacho Salas, de turno en la guardia, accionó la alarma. Los del parque miraron sus relojes de pulso y sus celulares, cayendo en la cuenta de que eran los doce del mediodía. El parque fue quedando vacío y cuando sus moradores llegaron a sus casas, además de encontrar el rezongueo y las cantaletas de las amas de casa por la pérdida de trabajo lavando ropa, aseando la casa y preparando los alimentos, todo arruinado por la lluvia de cenizas, se encontraron con que también estaban los de casa como los que encontraron en el camino: todos carraspeando y una tosecita maluca.
Lo que pareciera una anécdota, algo folclórico y hasta bucólico: ver llover ceniza sobre Yumbo, se empezó a convertir en fuente preocupación. Lo que el Cienti no dijo en el parque es que el 80 por ciento de la caña en Colombia es cosechada manualmente y entre el 60 y 80 por ciento es quemada antes de ser cortada con el fin de eliminar parte del follaje y facilitar el proceso de corte (Durán 1999). Dicha quema agrícola genera aumentos en la productividad, pero libera en la atmósfera monóxido de carbono (CO), dióxido de azufre (SO2), óxidos de nitrógeno (NO), (NO2), (NOX), metano (CH4), hidrocarburos no metálicos (NMHC) y partículas menores de 10 micras (PM10) (Madriñan 2002). Tales sustancias alteran el funcionamiento normal del sistema respiratorio (Arbex 2001), cardiovascular, reproductivo y neurológico (Curtis, Rea, Smith-Willis, Fenyves, Pan 2006).
La exposición a los contaminantes liberados por la quema de la caña de azúcar genera inicialmente irritación en las mucosas respiratorias y nasales, seguida de una hiper-reactividad alérgica ocasionada por la inflamación del sistema mucociliar (Passali, Lauriello, Mezzedimi, Bellussi, 1999). Posteriormente dicha inflamación puede degenerar en afecciones respiratorias altas y bajas tales como faringitis, resfriado común, sinusitis, laringitis, otitis media, bronquitis, neumonía, bronconeumonía, asma bronquial y enfermedad pulmonar obstructiva crónica, las cuales se clasifican como IRA (Ostro, Eskeland, Feyzioglu, Sánchez. 1998).
Estas afecciones se presentan con mayor frecuencia en individuos asmáticos (Nikasinovic, et al. 2006) y en niños menores de 15 años (Ostro et al. 1998) quienes aun no tienen totalmente desarrollado el sistema respiratorio. Además, afecta con mayor frecuencia a adultos mayores (Samakovlis, Huhtala, Bellander, Svartengren 2005) quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad ya que el sistema inmunológico se deteriora debido al proceso normal de envejecimiento(…)
Esta información la encontraron quienes se preocuparon con la quema de cañadulzales vecinos al casco urbano de Yumbo, e invitan a quienes quieran profundizar, consultar el trabajo La caña de azúcar: ¿una amarga externalidad? de la investigadora Eleonora Dávalos Álvarez, Asistente de Investigación Convenio BID-Gobernación de Antioquia. Alianza de Antioquia por la Equidad, Medellín, Colombia. Correo electrónico: eleonora.davalos@antioquia.gov.co.
Por Modesto Alajillo, Especial para Todosesupo.com.