Por Juan de Dios Vivas-Satizábal para www.todosesupo.com
El jueves 21 de febrero de 2013 murió Mariano Cívico, cantante salsero de Ponce (Puerto Rico) pero que llevaba muchos años viviendo en Cali. Otro salsero más que muere, y como un acto reflejo pensé en el también finado Frankie Ruiz, y me dio por escuchar algo de su música mientras me preparaba para sentarme a escribir, dándole vueltas a ver cómo abordo ese “terrible” pero hermoso ejercicio de enfrentarme de nuevo a una página en blanco…
Escuchando Mi Libertad, llegó a mi mente el recuerdo de Óscar Armando Prado Cortés la tarde de ese día de diciembre de los años 80, último día de labores del sector judicial antes de que salieran a vacaciones para retornar a finales de enero.
Esa tarde nos encontramos a la altura de la escuela Antonia Santos, venía él bajando de cuarta, sonriente, con el brillo característico en sus ojos que resaltaban con el pelo saraviado que empezaba a tener por un encanecimiento prematuro (como que algo genético en la familia Prado).
–¡Huy, mijo, casi me toca pasar navidades guardado!, me dijo.
Motorola, como le decíamos a Óscar Armando Prado Cortés, estuvo detenido por espacio de varios meses en la cárcel municipal de Yumbo por un cheque sin fondos que cobró, dicen que, en un supermercado local. Hay quienes dicen, también, que no era el único cheque chimbo que les había metido, razón por la cual sus propietarios resolvieron denunciarlo, por muy hijo que fuera de Marino Prado y de Pastora Cortés, hermana de Hernán Cortés, el contratista en Cartón Colombia.
En La Chanca surgió “Motorola”
Quienes andábamos con Óscar Armando, los mismos que conocimos el origen de su apodo de Motorola, los que supimos que todo se debió al gracejo chanqueño porque siempre que llegaba a la casa de la nena Graciela Polanco, madre de Jenny Mendoza Polanco (una de las mujeres más lindas que ha tenido Yumbo, de la que se enamoraron muchos y que para algunos nunca dejó de ser su amor platónico), Óscar decía:
–Ya verán. Cuando entre a trabajar al “mono” me voy a comprar mi motorola…
Y no era, ni mucho menos, un equipo de sonido, o un electrodoméstico marca Motorola que eran los que por entonces, finales de los setenta, mandaban la parada. Lo que Óscar Armando quería era una motocicleta de las que por entonces tímidamente empezaban a desplazar las monaretas e iban llenando las calles yumbeñas de humo azulado y ruido.
Esos mismos, pues, los que conocimos el origen de la chapa de Motorola supimos también que a Óscar, a pesar de ya estar trabajando en el Municipio de Yumbo como obrero calificado en la Planta de Tratamiento de Agua Potable, le pasó rápido la calentura por la moto, pero continuó con la inveterada manía de estarse rebuscando… Era como un impulso a estar corriendo riesgos, envolviendo con su labia y sacándole provecho a su buena presencia, cualidad, tal vez, de las que se aprovecharon muchos de los que hoy son prohombres de Yumbo o venerables ancianos retirados a sus cuarteles de invierno.
Muchos años después, escuchando la misma salsa que escuché con Motorola, pienso que Óscar Armando era un buen muchacho, tímido, un niño que quería sobresalir arriesgando…, como que buscaba su libertad, su campo de acción… De pronto sí la encontró aquella madrugada en que lo encontraron desangrado en el andén de la casa de don César Ferrerosa, allá en la esquina de la calle sexta con carrera tercera de ese Yumbo que ya se fue y del que tenemos mucho qué contar…