Después de casi diez años de haber salido de Yumbo, mi tierra natal, he regresado con el alma partida, casi medio rota. El vuelo de Avianca no había acabado de aterrizar y ya sentía en el imaginario el aire fresco y la brisa cálida del valle del río Cauca. El olor a caña y a chimenea húmeda bañada por el dulzor y aroma a caramelo hacía que mi corazón estuviera a punto de estallar.
Diez años en que la gente te vuelve a ver y te ve como si el tiempo se hubiese detenido. Podría haber cambiado de aspecto físico, envejecerme un poco más, o cambiar de hábitos, pero no: la percepción es la imagen del día en que te vieron por última ocasión. Diez años que no veo a mi pueblo con la ilusión de verle en condiciones mejores, organizado y embellecido.
El paisaje es desconsolador, el ruido y la congestión de la gente que se van cruzando por las calles me van alertando que debo regresar pronto diez años atrás. No son más de las cinco de la tarde del sábado 20 de abril de 2013, un día después del aniversario de los Mecánicos. Llegó a mi mente la luminaria en la montaña con el eslogan del grupo rebelde, o recordar el mismo aniversario con un artefacto explosivo al que ya el pueblo recordaba años tras año.
A la par que iba avanzando y me iba adentrando por la ciudad no podía dejar de aparejar o comparar las diferencias que existen entre un pueblo domesticado y otro sin amo, sin cordel. Tonta la comparación y muy odiosa, pero la verdad, no me podía resistir a ver y sentir lo que mis ojos oteaban después de largos diez años en los que me acostumbré a vivir como lo había imaginado cuando subía con mi rebeldía al cerro de Las Tres Cruces a iluminar la montaña los diecinueve de abril.
Mi residencia y domicilio en un pueblo anclado bajo dos montañas, un pueblo no mayor de nueve mil habitantes, sus calles limpias y ordenadas; con semáforos y luminarias de detención al paso, con sonido para la minusvalía. Cebras, pasos peatonales, jardines y corredores para caminar y para bicicletas. Parques infantiles, polideportivos, y escenarios para la práctica de casi de todos los deportes; piscina olímpica, estadio de fútbol, entre otros. Un 80% de los escenarios deportivos con sistemas de nutrición eléctrica limpia.
La educación en un nivel deseado, y un sistema de salud casi que envidiable (gratuita). No haces colas para ir al médico, con especialistas oportunos y la medicina se paga con un pequeño porcentaje, si la persona trabaja. El profesor te llama a tu móvil a decirte que acuda al colegio, o del porqué tu hijo no asistió a clase o no hizo los deberes.
Sí, antipático traer estos elementos, pero igual son muchas cosas que me recrean y me ponen en la dinámica odiosa en cuestión. Mis ojos jamás han visto un arma en 10 años, ni una sola, ni siquiera a la policía. No he visto en 10 años una sola riña callejera, o un parlante con música para todo el vecindario, o una fiesta donde los borrachos y la algarabía hagan de la suya. No he visto animales por las calles, a excepción del que saca su perro a mear, a hacer sus heces (se recogen y hay sitios exclusivos para tirarlas –canecas-). No se ve gente amenazante, ni pobreza absoluta. En fin, una civilización totalmente contraria a la que estamos acostumbrados a vivir.
Y, bueno, el contraste entre uno y otro pueblo es jodido, compárale, porque en el natal, el ombligo y la cultura arraigada en la sangre llama y agita, es un encuentro diría yo entre mis sentimientos sembrados y mis pasos a recoger.
La educación y cultura ciudadana deben ser el arma a tomar en manos; el liderazgo debe aflorar con sueños y dinámicas como las que acabamos de presenciar de jóvenes que sueñan con un pueblo limpio y agradable, con un futuro descargado de odios y rencores; con compromiso y lealtad al elector primario. La educación, cultura, ética y valores convertirán a un nuevo líder capaz de solucionar la gravísima situación que hoy afrontan las grandes y pequeñas ciudades.
Un estudio de la Universidad de Michigan (EE.UU.) muestra que donde hay pobreza, suciedad y abandono es más proclive a que se acentúen los malos hábitos, y con ellos un cuadro endémico y paisajístico con pobladores afines. El estudio muestra que sí es posible dejar tu vehículo con la puerta abierta o con el cristal abajo en un lugar decente, aseado y donde la seguridad se observa en su paisaje.
Para terminar mi visita y recorrido por mi ciudad abordo y saludo la iniciativa solidaria de un grupo de amig@s que vieron que es posible ver y soñar con un pueblo agradable, limpio y seguro; que no es posible que sigamos oteando un pueblo que se sume en el abandono, decidida y miseria; un pueblo que no se merece ser el más feo de toda la región, un pueblo que no se merece un río cloaca, que no se merece tal desorden; que no se merece tal dirigencia. A estos amig@s de 100 acciones en un día quiero expresarles mi gratitud y mi consideración de aprecio; las ciudades limpias y agradables, son ciudades seguras y prosperas.
Por Alexánder Muñoz, especial para www.todosesupo.com
Alexánder Muñoz
Valencia España, Septiembre de 2013
Verdeviche1968@hotmail.com