Para muchos fue la oportunidad de desfogar una alegría guardada por 16 años, los mismos que un seleccionado de fútbol de Colombia de mayores no lograba llegar a un torneo mundial, por más que en los dos últimos hubiese estado el yumbeño Reinaldo Rueda.
Para los jóvenes y niños fue la primera vez que sintieron el hormigueo producto de un triunfo que, por muy optimistas que fueran, no veían posible dada la calidad del rival, el seleccionado de Grecia, un equipo que en las eliminatorias demostró ser difícil superar en su defensa.
Además, esos jóvenes y niños que anhelaban el partido de las once de la mañana de este sábado 14 de junio de 2014 ya están cansados de que sus padres, tíos y hermanos mayores les cuenten lo de siempre: que el famoso 5-0 contra Argentina, o el “gol de galleta” de Freddy Rincón al arquero de la Alemania ganadora del Mundial de 1990 en Italia. Ellos ya querían tener su propia experiencia de saber qué se siente con un triunfo en esta fase de la Copa Mundo.
Los yumbeños desde temprano se empezaron a preparar para lo que sería el partido de las once de la mañana. A muchos los mandó a madrugar en el consumo del alcohol porque a las seis de la tarde empezará la Ley Seca por las elecciones del domingo 15. Amas de casa madrugaron a mercar y muchas a adelantar el almuerzo, que en esta ocasión había que aumentarle agua a la olla porque llegarán los amigos y amigas de mis hijos a verse el picao aquí en la casa…
Sin embargo, fueron muchas las estufas que no se prendieron en Yumbo. En un rápido recorrido por algunos de los restaurantes de Yumbo, concluido el primer tiempo, los administradores manifestaron que la venta está que arde. Hemos contratado personal extra para atender los domicilios… Por eso no fue raro el constante transitar de motocicletas con cajas de arroz chino, ranchero y mixto, porque eso es lo que más rinde cuando se tienen comensales extras en las casas…
Los yumbeños, pues, se gozaron el primer partido de la Selección de Fútbol. Brincaron y se abrazaron con los tres goles. Y vieron que había valido la pena el corre-corre de la mañana, solo comparable al de una noche de San Silvestre cuando faltando cinco para las doce todos quieren llegar a casa, porque sí: ¡esta es una alegría muy bacana!