miércoles, junio 11, 2025
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Los embates de la oscuridad, opinión de un sociólogo yumbeño a propósito de la consulta de los partidos políticos

I.- La omertà:

Justo antes de ingresar al salón, me detuve para asegurarme de estar de buen aspecto —hasta donde mi estética lo permite— para mis estudiantes de séptimo grado. De no haber sido por esa parte de mi ritual, me habría perdido de la admirable creatividad que se dejaba percibir entre los susurros:
—Ahora que llegue el profe, uno de nosotros le pregunta: «profesor, ¿cómo se dice: váyanse o váyasen?» Y cuando él responda: «váyanse», todos cogemos los maletines y nos vamos.
Entonces entré al salón y seguí mi neurótica rutina: pido que quien lo desee o crea tener motivos se ponga de pie durante treinta y tres segundos para meditar, rezar, orar, reflexionar… en el más absoluto silencio; escribo un aforismo de algún gran pensador en el tablero y pido a algunos estudiantes, seleccionados cuidadosamente, que lo lean y me den su opinión sobre el asunto.
Empiezo mi clase en forma y pasado un rato se escuchan murmullos aquí y allá —más allá que aquí— pero nadie se atreve a lanzarse en tal acto de insolencia, no por respeto, por supuesto, sino por temor a una sanción escuelera.
Por fin, uno de esos estudiantes que, en un acto de sensatez sabe que no tiene nada más que perder se despacha notoriamente nervioso pero osado:
—Profe…
—¿Sí?— Respondo sin quitar la mirada del listado de asistencia.
—Tengo una pregunta.
—Adelante— Le digo mientras le miro fijamente por sobre el marco de las gafas dejando el papel en el escritorio.
—¿Cómo se dice: váyanse o váyasen?— dice balbuceando.
Me levanto y me dirijo hacia él sin quitarle la mirada de encima, afecto plano, apoyo mis manos sobre su pupitre y me acerco inclinándome.
Un suspiro sobreactuado y respondo suavemente: Se dice: «quédense y terminen el taller ya mismo».
—Profe, no me vaya a llevar a la coordinación, me pide ese valiente, pero el pueblo en la plaza aclama lo contrario, pese a que era su acuerdo, sus reglas del juego, su confianza, su lealtad. Lo dejaron solo.

II. El tal manifiesto

El Partido Liberal, aún cuando ha parecido más monolítico, ha albergado por lo menos dos grandes tendencias: recientemente neoliberales (como César Gaviria) y socialdemócratas (como Ernesto Samper). Pero más allá (o mejor, más acá) de la ideología en abstracto, esto se concreta en acuerdos, reglas del juego, confianzas y lealtades. De hecho actualmente hay una pugna entre estatutos de 2002 (de corte socialdemócrata) y estatutos de 2011 (de corte neoliberal). Cualquiera que sean los que se defienda, y por las razones que sea, hay una especie de preámbulo al que se le ha prestado tan poca importancia que salvo en el sector que lideraba Piedad Córdoba fue objeto de debate y revisión: se trata de la Declaración Ideológica, que se trata de un documento de dieciocho puntos muy cortos que anteceden la parte normativa.

Hay que decir, sí, que esta Declaración Ideológica calza perfectamente con sus estatutos originales para los que fue pensada, en cambio combinados con los de 2011 parece, hay que decirlo, como usar guayabera con corbata.

Ahora bien, si aceptamos que la política sirve para hacerse al poder y llevar o mantener a la sociedad hacia una condición, es apenas lógico que haya agrupaciones de gente (partidos, movimientos o grupos significativos de ciudadanos) que se asocien con un interés común de capturar al Estado para tales fines.

Cuando alguien toma la decisión de afiliarse a un partido político ya como militante, ya como simpatizante, debería estar mínimamente enterado de eso. Dicho de otra forma, antes de meterse a la rumba debo saber qué música hay, entre otras minucias.

Sí, es cierto que Viviane Morales y Sofía Gaviria se han metido en la rumba que no era y apenas se vienen a enterar, como también es cierto que el resto lo sabía y tampoco lo advirtió. No obstante, inventarse un documento con pretensiones de manifiesto —como lo ha hecho la anterior Dirección Nacional Liberal— es, por un lado querer encender el cigarrillo por el filtro.

Si antes de afiliarse al Partido Liberal, la senadora Sofía Gaviria aceptó que «…se compromete a buscar la solución de los conflictos existentes en el seno de la sociedad colombiana, incluyendo los armados, por medio de la deliberación, la concertación y la negociación política, entendiendo estos procesos como el desarrollo de una función de Estado que debe materializarse en formas económicas, políticas y sociales que hagan posible la reconciliación»; y si ante de afiliarse al Partido Liberal, la senadora Viviane Morales aceptó que: «El Partido Liberal Colombiano tiene su razón de ser en la promoción del ser humano y la defensa de los derechos fundamentales de las personas, entre otros, el derecho a la vida, a la libertad, a la salud, al trabajo, a la educación, al desarrollo cultural, a la equidad, incluyendo la de género, a la solidaridad, a la libre asociación y a un desarrollo social sustentado fundamentalmente en la educación y la salud públicas»; y más aún, si el aspecto ideológico no tuviera una función meramente ornamental, el tal manifiesto no sólo es algo innecesario sino bastante estúpido.

III. La consulta

Cambio Radical nunca ha elegido a sus candidatos presidenciales por consulta —ni interna ni abierta— y, no hace falta ser un gran politólogo para percatarse de que no se trata de un partido muy cercano a las formas de democracia participativa y a veces ni siquiera de la representativa. Por eso, de alguna forma es comprensible que su actual director oficial —que no es Vargas Lleras sino Jorge Enrique Vélez— le critique al Partido Liberal que esté invitando a miembros de todos los partidos o a gente sin partido a participar de la Consulta Abierta (no interna) que pretende elegir al candidato único del liberalismo a la Presidencia de la República.

El mecanismo de consulta está reglamentado —a vista de pájaro— desde hace quince años. ¡Quince años de su implementación (sin contar con que ya estaba contemplado en la Constitución de 1991) y el señor Vélez no ha sido capaz de diferenciar entre una consulta interna y una consulta abierta! Lo que un colegial entiende, lo desconoce él. Claro, pero ¿cuántas veces Cambio Radical ha escogido a sus candidatos por consulta? Nunca.

Nunca, porque ni en Cambio Radical, ni en el Centro Democrático tienen como obligación estatutaria elegir de esta forma a sus candidatos. Por un lado: «lo que diga Vargas Lleras» y por el mismo lado: «lo que diga Uribe». Contrario a eso, el Partido Liberal y el Partido Conservador, tienen la obligación estatutaria de consultar cuando hay más de un precandidato a Alcaldías, Gobernaciones o Presidencia de la República.

Aún así, tanto uribistas como conservadores habían anunciado su intención de hacer sus respectivas consultas el 19 de noviembre junto con la del Partido Liberal, pero en último momento se echaron para atrás pese a que era su acuerdo, sus reglas del juego, su confianza, su lealtad. Lo dejaron solo, pero el liberalismo siguió firme.

El panorama actual resultó ser el de intentar introducir culpa al liberalismo por «gastarse la plata de los colombianos» —que estaba destinada para eso— en un mecanismo democrático, constitucional, abierto, participativo y todos los demás adjetivos que tienen gran aceptación como concepto abstracto pero no como forma concreta de participación ciudadana.
«¡Ah! —dice el lamento del observador desprevenido— estamos en la dictadura o, por lo menos, vamos hacia ella». Y al mismo tiempo: «Es mucha plata para unas elección democrática».

Se me ha dicho que la consulta se trata de «un lujo pecaminoso e innecesario» —como se refería San Leandro al baño—, puesto que sacando de 500.000 a 800.000 votos, y siendo que la consulta se redujo a cuarenta mil millones de pesos, en consecuencia, cada voto tendría un costo de entre $80.000 y $50.000 pesos. No hablaré de lo que se llega a pagar por un voto bajo el clientelismo porque no estamos hablando de comprar votos, sino del valor de la participación democrática.

El concho: A mi juicio, los esfuerzos, aún dentro del Partido Liberal, de quienes quieren evitar la consulta ya son en vano. Todo está listo. Dediquemos —hablo ya como liberal— esos esfuerzos a sacar una votación digna, a corto plazo, y a mediano plazo a persuadir a los otros partidos están en el juego a que cumplan las reglas y los que aún no están a que se metan. No nos volvamos a quedar solos.

Autor: Marlium Jamir Pérez, sociólogo yumbeño, para www.todosesupo.com

Mahmoud Abdlkhabir ibn Marlium Jamir
Mahmoud Abdlkhabir ibn Marlium Jamir
Sociólogo. Exparlamentario Nacional de Juventudes Liberales. Exsecretario General de la Dirección Municipal Liberal de Yumbo

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