Por Mahmoud A. ibn Marlium Jamir para www.todosesupo.com
I
Reprochamos la ausencia de democracia de algunas naciones incluso vecinas, nos jactamos de ser la democracia más duradera de la región, pero cuando tenemos la oportunidad de elegir en nuestra «sólida democracia» se evidencia, o bien, el clientelismo que brota de la tierra, o bien, el desgano personal de participar en un ritual tan básico de la democracia como lo son las elecciones. Mirémonos de frente: no nos gusta salir a votar si no es con un incentivo menor al de ayudar a definir el rumbo que la sociedad debería tomar: una teja, un ladrillo, un bulto de cemento, un puestico en la Administración, una ayudita para pagar los impuestos, una colaboración para comprar un medicamento o hasta para practicarse una ecografía…
¿Cuánto vale la democracia? No hablo de las elecciones, sino del valor de la democracia como forma de gobierno, donde hay diferentes opciones partidistas en un amplio espectro político, donde hay oposición, donde el poder no esté concentrado en un solo partido político (además interiormente poco democratizado), en una familia, o incluso, en una sola persona. ¿Tiene un valor o es invaluable? Y yendo más lejos: ¿Ese valor tiene un tope económico?
II
Varios Congresistas del Partido Liberal —entre ellos la doctora Adriana Gómez Millán— le han pedido a César Gaviria, no sólo que continúe con su nefasta dirección de la colectividad, sino además que cancele la Convención —o Congreso, según los estatutos de su preferencia— Nacional Liberal para donar el dinero de sus gastos en la noble causa de ayudar a los más afectados por el COVID-19. Por más justa que sea la causa, hay un aparente conflicto a resolver entre la solidaridad y la democracia. Obviamente parece más políticamente correcto sacrificar la democracia en pos de la solidaridad, pero el asunto ahora, es que no es la primera vez que se busca un pretexto crítico para que el gavirismo siga manejando el Partido de la forma más arbitraria.
III
Han parlamentarizado al «Partido del pueblo» como lo llamaba Jorge Eliécer Gaitán, estamos en manos de una caterva de usurpadores del liberalismo por donde se le mire: a nivel municipal, departamental y nacional. Y esa «coalición de matices de la izquierda democrática» —como lo llamaba Lleras— ha pasado a ser un club de parlamentarios sin rumbo ideológico y no tan democrático. Tal vez estos Congresistas —que hacen las leyes— ignoran que la norma establece que de no se llevarse a cabo el Congreso —o Convención— Nacional, el Partido debe perder la Personería Jurídica.
El concho: Después de más de 160 años de historia de uno de los partido políticos más antiguos del mundo, César Gaviria pasará a la historia como el hombre que sepultó aún moribundo al Partido Liberal: un verdadero entierro prematuro.
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