Por Boris J. Abadía V., para www.todosesupo.com
Ella nació el 13 de enero de 2015, junto con seis hermanos y si mal no recuerdo, era la más rubia de la camada. Su madre era o es, no lo sé pues nunca volvimos a tener noticias de ella, una cooker spaniel de color negro. El padre, como muchos tantos que todavía existen, hizo su labor, no respondió por lo que había hecho y se dio a la fuga. Llegué a pensar que el sinvergüenza era un golden retriever marrón, pero lo descarté porque si así lo fuera, nuestra mascota tendría que haber sido algo más grande, y no, es pequeña-mediana, así que creo que a la progenitora no le importó eso del pedigrí y se entregó a un perro mestizo del que se habrá enamorado, sin sospechar siquiera que éste la iba a dejar abandonada con sus siete cachorritos.
Para quitarle un poco de presión a la madre abandonada, y coincidiendo con un deseo del pequeño de la casa de tener otro animal, (yo no cuento), nos regalaron a la traviesa Perla. Desde entonces ha sido una gran alegría en casa, llenándonos con su amor, con sus locuras y constantemente dándonos enseñanzas. Se hizo querer, nos perseguía y trataba de atraer nuestra atención para jugar con ella. Y todavía lo sigue haciendo, así como cuando nosotros buscamos a Dios, porque supongo que lo hacemos, para compartir tiempo con Él y tener una mejor relación. Cuando ella siente que nos estamos distanciando, nos busca y nos encuentra.
Demuestra su inmensa alegría al volver a ver a alguien así el tiempo transcurrido haya sido sólo de un par de minutos, por ejemplo, como si alguien ha ido a tirar la basura y regresa. En lo que me corresponde, cuando vuelvo de trabajar hace una fiesta al sentir el sonido de la llave entrando a la puerta, aunque a veces sospecho que lo hace interesadamente porque sabe que le voy a dar una galletita, pero no me importa. Después no se separa de mí casi ningún momento y así nos malcriamos cada vez más. Hasta se mete en el baño mientras me ducho y hace lo que sea necesario por estar el mayor tiempo posible conmigo, me lo demuestra. Ojalá que este artículo no lo lean los demás habitantes de mi apartamento porque me estoy exponiendo a fuertes represalias, pero si así fuese, las soportaré con gusto, ella merece eso y más.
Tiene la virtud de perdonar, algo que muchos no tenemos o nos cuesta hacerlo. La he tratado de corregir con regaños, aunque en eso soy malo porque termino alcahueteándola, y sin embargo siempre me busca, en vez de pedirle perdón yo por alzarle la voz, por su actitud pareciera que fuera al revés. Lo hace hasta cuando por accidente le golpeo con algo, a ella no le importa y viene. Aquí lo importante es el querer estar conmigo o con cualquiera de nosotros. Es su objetivo o su meta y trabaja para conseguir lo que se ha propuesto, porque sí, tiene metas, como alimentarse o pasar el tiempo a nuestro lado. Y en eso nos gana a muchos de nosotros, no tenemos objetivos y por ende no tenemos por qué luchar.
Mientras duerme en una de las tantas siestas que se toma en el día, acostada sobre mis pies, la veo y me cuestiono si estoy produciendo medianamente bien lo que ella ejecuta a la perfección: amar profundamente, hacerme querer de los demás, dejar mi orgullo y buscar a las personas que nos hacen falta, demostrar sin freno mis sentimientos, querer estar con alguien y no desfallecer hasta lograrlo, pero sobre todo me examino si soy capaz de perdonar como lo hace Perla. En muchas cosas me gustaría ser como ella.
Boris J. Abadía V., yumbeño radicado en España hace 19 años.
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