Por Mahmoud A. ibn Marlium Jamir para www.todosesupo.com
Una enorme e indigestada boa de metal atraviesa la avenida. Tiene un extremo en Cali, cerca de la Estación Menga del Masivo Integrado de Occidente, en cambio el otro extremo… ¡también en Cali! Es decir que pudiendo conectar la Estación Menga con Sameco (Yumbo), se ha decidido —por lo que sea— que conecte a Cali con Cali.
Tiene dos cigarrillos de distancia a paso de reumático y una soledad pasmosa pues el grueso de los peatones —por más neuróticos que sean— prefiere perderse de la atractiva aventura del puente y esperar el semáforo que da paso a los buses del masivo y atravesar la calle que a falta de tener una cebra o un pare, tuvo hasta hace poco una señal que prohibía el paso de peatones y un grafiti que ponía, acaso como advertencia: «juzgar no sirve».
Ya sea que lo haya hecho la administración de Cali, de Yumbo, de Metrocali o la nación, está lejos de constituirse —como alguien alegaba— en un detrimento, puesto que parece más un monumento. Sí, señor: un monumento a la inutilidad de la más alta categoría y, más aún, a la absoluta inseguridad, arte conceptual puro, la modernidad hecha monumento. El mismísimo Puente de Boyacá queda absolutamente humillado por esta maravilla de la más alta ingeniería civil de nuestros tiempos.
Y claro, contrario a lo que podría pensarse, en el eterno puente se manifiesta el principio según el cual el peatón tiene prelación. Elevarse en una cinta de Möbius (Moebius) por sobre las tractomulas y todo tipo de tránsito al tiempo que divisa y aprecia el paisaje de la ciudad cuyos árboles contrastan con el citadino gris.
¿A qué mentes prodigiosas se les habrá ocurrido semejante? Lo digo en plural, pero puede haber un sólo genio detrás de la estructura que, además contribuye a reducir el sedentarismo. El premio de arquitectura que logró el bulevar del río debió haberse entregado a esta gran estructura que, hay que decirlo, está a la altura —o bastante más— de las obras del maestro Botero, de Edgar Negret, de Rodrigo Arenas Betancourt, entre otros.
Es por ello, que siempre que un visitante extranjero nos pida alguna recomendación turística, deberíamos sacar del campo de la vergüenza a este reflejo de la idiosincrasia caleña y sugerirle esta, digna de admirar y recorrer, genuina obra de arte.
El concho: El señor Boris J. Abadía V. ha escrito para este medio que la tendencia a creer en algo y aferrarse a ello se explica por «la gran cantidad de problemas que se vienen presentando, tanto a nivel individual como colectivo, en este mundo cada vez más complicado». Me gustaría saber desde cuándo empieza la historia para él, puesto que yo entendía que es a partir del nacimiento de la escritura y que incluso antes de su aparición hay registros bastante sólidos del fenómeno al que el columnista hace referencia. Sin fanatismos.
Mahmoud A. ibn Marlium Jamir. Sociólogo. Exmiembro del Parlamento Nacional de Juventudes Liberales. Excandidato al Consejo Directivo del Instituto del Pensamiento Liberal. Exsecretario de la Dirección Municipal Liberal de Yumbo. Corista y serenatero. Ópera, libros, café y tabaco.
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