La procesión de Dolores, acto que dio inicio a las celebraciones de Semana Santa 2019, el viernes 12 de abril, tuvo una masiva participación de la feligresía católica de las parroquias de Yumbo y La Cumbre acompañados por todos los sacerdotes del Arciprestazgo N° 9 de la Arquidiócesis de Cali.
La procesión contó con las imágenes religiosas de las cofradías de las parroquias de Nuestro Señor del Buen Consuelo y San José Obrero y los santos patronos de las parroquias de San Antonio María Claret y San Sebastián Mártir, cargadas por los sus feligreses. A lo largo de la procesión se tuvo la presencia de la Banda Sinfónica de Vientos del Imcy con la dirección del maestro Libardo Mora.
Concluida la procesión, hacia las 8 y 30 de la noche, se dio inicio a la Santa Eucaristía presidida por monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Cali, y concelebrada por diez presbíteros. A continuación, publicamos la homilía del señor obispo. Al final nuestra galería fotográfica cortesía de la gestora cultural Gloria Olave Puente.
Homilia Monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro
Vivir el dolor desde la confianza, es tal vez una de las enseñanzas que podemos concluir de los textos bíblicos que la liturgia nos ofrece hoy (Jeremías 20, 10-13 / Salmo 18 / Juan 10, 31-42).
Como pueblo de Dios hemos acudido por tercer año consecutivo a manifestar públicamente nuestra fe en Cristo, muerto y Resucitado para nuestra Salvación. Es una expresión de comunión eclesial en la que se suman todas las parroquias del municipio de Yumbo, y también del municipio de La Cumbre. Este día, llamado por la tradición cristiana “Viernes de Dolor”, no es un canto al sufrimiento sin sentido, sino que es una declaración de fe.
Ante la cercanía de la Semana Santa, hoy nos asomamos al misterio de Dolor del Hijo de Dios, quien asume su sufrimiento como camino de salvación. Es el Dolor del Justo, que «cargó sobre Sí los crímenes de todos». Todos nosotros merecemos ser sancionados, no por una, sino por tantas faltas en las que hemos incurrido a lo largo de nuestra vida. Pero, sin embargo, Él asumió el precio, llevando nuestra maldad a la cruz. Por ello, esta primera manera de ver el Dolor hoy, nos debe suscitar gratitud. Esta celebración es una oportunidad para que con vergüenza y también con humildad, le digamos a Jesús: “gracias por ocupar el puesto que debería ser nuestro” y para comprometemos delante de Él a vivir una Semana Santa en la que de verdad estemos dispuestos a morir a todo tipo de maldad (en las ideas, intenciones, emociones, acciones y omisiones); y nos comprometamos a llevar una vida resucitada, es decir una vida en la que haya espacio para los pensamientos positivos, para las intenciones nobles, para las emociones constructivas y las acciones que generen armonía y paz.
En segundo lugar, este misterio de Dolor, es también el dolor que, asumido con abandono confiado en el amor del Padre, se vuelve camino que redime. Jesús le da sentido al dolor y hace de él una oportunidad para sacar algo bueno: nuestra salvación. En esta celebración aprovechemos la ocasión para reconocer el o los dolores que llevamos a cuestas y en qué medida estos están haciendo de nosotros mejores o peores seres humanos. Contemplando a Cristo sufriente debemos sentimos llamados deponer las actitudes amargas, derrotistas, y a veces hasta venenosas que dejamos brotar en el alma por causa de nuestros problemas. Depende de nosotros, no de los demás, hacer que cada problema que nos llega en la vida se vuelva una inmensa roca que nos hunde en la sombra de la desesperación o una gran oportunidad que saca de nosotros lo mejor. No estamos solos, como con Jesús, el Padre Dios está con nosotros. Hemos de decir con Jeremías: «Conmigo está el Señor, indomable guerrero» y entreguémosle nuestras angustias: «A Ti encomendé mi causa».
Finalmente, con el Papa Francisco hemos hoy también meditado con María los dolores que se refieren a la Casa común. El dolor que producen los males salidos de los seres humanos no se quedan sólo entre las personas, sino que tienen impacto en la creación.
En esta celebración también estamos invitados a reconocer que la «creación entera gime, con dolores de parto, aguardando la redención». El misterio de la iniquidad que ha contaminado el corazón de hombres y mujeres, esto es algo innegable, ha golpeado lo más profundo de la naturaleza, rompiendo el frágil equilibrio que puso en ella el Creador. Y en esto cada uno tiene una cuota de responsabilidad que no debe disimular. No tenemos que ir muy lejos, tal vez ni siquiera salir de nuestra casa, de nuestro barrio. El cambio climático es consecuencia de las grandes fuentes de contaminación, pero también empieza cuando no disponemos con responsabilidad nuestros desperdicios, separando lo biodegradable de lo reciclable; cuando irresponsablemente arrojamos a nuestras fuentes hídricas desperdicios de materiales de construcción, muebles viejos, y también todo tipo de agentes contaminantes. A la cultura del descarte, que está apuñalando todos los días la madre naturaleza, debemos pedir a Dios que la contemplación creyente de Cristo muerto y resucitado, nos convierta en cultores de la vida y de la fraternidad con toda la creación. El mismo Papa nos pone como modelo a san Francisco de Asís, quien desarrollo con cada criatura una relación tan profunda que llegó a llamar hermano, hermana, al sol, al agua, las estrellas, el lobo. Pidamos, como propósito de esta próxima Semana Santa, que muera en nosotros el depredador irresponsable y resucite el hermano noble que haya su gozo en cuidar y defender a su familia, la casa común.
Que la Santísima Virgen María, nos acompaña en estos días Santos y de su mano salgamos cada vez más del dolor de una vida sin Dios a la confianza de una existencia entregada a Él. Amén.