Uno de los grandes problemas que trajo el Paro Nacional en Colombia y sus derivados directos o indirectos, desde su inicio hace ya casi tres meses, fue el impresionante aumento en muchos de los artículos de la canasta familiar por parte de algunos vendedores, quienes se ampararon en la excusa de los bloqueos que sufrieron los transportistas, provocando que mucho producto no llegara a su lugar de destino o que se dañara en el camino. Como resultado final, durante varias semanas la escasez se hizo notoria en gran parte de los centros de abastecimiento de la ciudadanía, haciendo que se elevara el valor de lo que se iba a comprar. Sin embargo, y a pesar de haber terminado esos bloqueos hace ya varios días, incomprensiblemente los nuevos precios se mantuvieron, precarizando aún más la economía debilitada de muchos hogares, uno de los motivos de la protesta colectiva en el país.
Ante esa realidad, por una parte, no se entiende el que las autoridades no ejerzan un control sobre aquello que todos saben que está pasando, y por otra, tampoco se comprende la actitud, no sé si de todos los seres humanos, de quererse aprovechar de las circunstancias y pasar por encima de quien sea en búsqueda del beneficio propio. Porque una cosa es el crecimiento individual, ya sea espiritual, financiero o a manera de aprendizaje, ése que llevará a la larga al mejoramiento a nivel global, basados en el principio de que, si crece uno, crecemos todos, y otra cosa es lo que se ve en la realidad, un afán excesivo por aumentar las posesiones o la capacidad financiera, pero quedándose con lo de los demás. En este último caso, hay que tener en cuenta que en muchísimas ocasiones los que más tienen son los que buscan la oportunidad para apropiarse de lo que cuentan los más débiles.
La comunidad ya bastante está sufriendo con los efectos de la pandemia, la inseguridad en las calles (que, aunque era difícil de aumentar, pues aumentó), las malas decisiones gubernamentales junto con la terquedad de quienes las defienden o el mal ambiente político de cara a las próximas elecciones, entre otras muchas cosas, como para que también tenga que padecer de la avaricia de quienes sostienen unos precios abusivos de los productos a sabiendas de no tener justificación.
Ojalá la comunidad al menos tenga la alegría de recuperar ese poder adquisitivo perdido gracias a los inescrupulosos en estos tiempos de caos en el territorio. Y ojalá también pudiéramos comprender el daño que hacemos con nuestro egoísmo en acciones como éstas, porque al final de cuentas la vida debería ser algo más que simples posesiones materiales. Bueno, no debería, lo es.
Por Boris J. Abadía V. para www.todosesupo.com
Boris J. Abadía V., yumbeño radicado en España.
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