Nació en Cartago (Valle) el 21 de mayo de 1879 y falleció en la Clínica Garcés de Cali el 4 de diciembre de 1952. Realizó estudios en el seminario franciscano San Joaquín de Cali. Fue ordenado sacerdote el 23 de octubre de 1910 en el templo de San Francisco de Cali en ceremonia presidida por el Excelentísimo Señor obispo Manuel Antonio Arboleda.
Cuenta doña Ana Lucía Lenis Díaz que la primera vez que fray Alfonso de la Concepción Peña visitó a Yumbo, fue en las fiestas patronales en honor al Señor del Buen Consuelo en el año 1933. Vino acompañando a la comitiva franciscana compuesta por los padres Posada, Bonilla y Saavedra.
Según la tradición, en esa fiesta patronal fray Peña predicó desde el atrio de la pequeña capilla que por entonces había en Yumbo. Dicen que ese día se enamoró del Señor del Buen Consuelo y desde el fondo de su corazón le imploró a Dios que algún día pudiera pastorear a los yumbeños. En 1935 fue nombrado párroco de Yumbo y este pueblo empezó a despertar con su mano milagrosa y se iniciaron las obras en beneficio de la comunidad. Fue un cura que se preocupó no solo por lo espiritual sino también por el bienestar material.
En su primera fiesta patronal como párroco y mientras se celebraba la misa campal, sobre los feligreses y peregrinos cayó un torrencial aguacero. Entre los asistentes se encontraba el general Alfredo Vásquez Cobo, amigo de fray Peña y cercano a Yumbo desde la época de la construcción del ferrocarril del Pacífico, quien le dijo al padre Peña que Yumbo necesitaba un templo a la altura de sus gentes…
Los yumbeños motivados por el espíritu progresista de fray Peña conformaron una junta pro templo, entre quienes se encontraban Santiago Espinosa, Bernarda Rosero, Ricardo Ferrerosa, Manuel González, Salomón Puente, y se reinició la construcción del templo que en 1928 había iniciado el padre José Saulo Torres con planos levantados por el ingeniero español José Sacassas, obra que debido a la pobreza de la parroquia había sido suspendida.
“Los yumbeños en cuatro años levantaron su templo parroquial del Señor del Buen Consuelo. Todos colaboraban: el uno donaba un ternero; el otro, un cerdo, una vaca, que se rifaban en presencia de los concurrentes a los festivales que se hacían en la placita suelta que existía antes de que fray Peña motivara la construcción del parque Belalcázar…”
Al templo parroquial, fray Peña lo dotó de altar de mármol, órgano que importó de Alemania y de campanas fundidas dentro de los cánones de la armonía y la resonancia. Pero él no se quedó solo en las obras parroquiales, sino que se preocupó también por el bienestar de todos los yumbeños. Organizó el parque principal sembrándolo de cadmias que perfumaron el ambiente y puso en el centro una pequeña fuente que le regalaron en la Clínica Garcés, según contaba Alfredo Satizábal Prado.
Fray Alfonso de la Concepción Peña sustituyó por uno nuevo y de mayor capacidad para abastecer al poblado el acueducto que encontró a su llegada, el cual se había inaugurado en 1930. La llegada del fluido eléctrico a su plaza, calles y hogares lo celebró Yumbo el 31 de diciembre de 1936, y eso también fue realización de fray Peña.
Los yumbeños gracias a fray Peña también tuvieron su teatro parroquial, “el único centro cultural que por muchos años contó Yumbo y cuyas puertas siempre estuvieron abiertas a cuanto de noble, educativo, culturizable y enaltecedor para el espíritu se quisiera ofrecerá las gentes y que constituyó un aglutinante social sin discriminaciones de color, raza o religión…”
A fray Peña se le debe la carretera que unió a Yumbo con La Cumbre, trabajo en el que involucró a todos los yumbeños. Fueron famosas las mingas de manera especial las de los lunes, día en que nadie trabajaba en las parcelas, los niños no iban a la escuela y las amas de casa cocinaban en las ollas comunitarias para alimentar a sus esposos e hijos mayores que se desplazaban hasta el corte para continuar con la construcción de la carretera. Cortar la roca azul de la cordillera occidental era todo un arduo reto que fray Peña superó poniendo a trabajar a los reclusos que por entonces funcionaba en las afueras de Yumbo. Los cinceles con que se perforó la montaña eran afilados cada tarde en la herrería de Aureliano Valencia, en la carrera cuarta con calle novena.
Fray Peña, preocupado con el desempleo de los jóvenes yumbeños, intercedió para que la planta de Cementos del Valle fuera establecida en territorio yumbeño. Según contaban los mayores con profunda gratitud, él impusó la condición de que los primeros operarios de esa empresa fuera gente de Yumbo. Y también se inquietó por la salubridad de sus feligreses montando un dispensario médico en la casa cural, lo que sería la génesis del hospital San Diego, hoy de La Buena Esperanza.
Dejó a los yumbeños fray Peña su bandera con el lema de Paz y Trabajo, porque siempre quiso que este pueblo tuviera lo uno y lo otro. En los días aciagos de la violencia partidista, exhortó a los yumbeños para que no entraran en la espiral violenta. Todo eso fueron motivos más que suficientes, aunados a sus ejecutorias por donde quiera que pasó para que el gobierno Nacional en la persona del ministro Fernando Londoño y Londoño el 31 de mayo de 1946, le confiriera la Cruz de Boyacá, máxima distinción que entrega la República de Colombia.
En esa oportunidad, los yumbeños se sintieron orgullosos de haber tenido como su pastor a fray Alfonso de la Concepción Peña desde 1935 hasta 1946. La gente de Yumbo recién llegado él como párroco también le habían manifestado testimonio de gratitud sumándose al grandioso homenaje que en el Teatro Municipal de Cali, con motivo de sus Bodas de Plata Sacerdotales, le rindieron el 23 de octubre de 1935 las fuerzas vivas del Departamento del Valle.
Los yumbeños lloraron su partida el 4 de diciembre de 1952 cuando murió en la Clínica Garcés de Cali. Damián Quintero, como nunca antes lo había hecho, dobló en memoria de su maestro: las campanas del templo lloraron su muerte y luego fueron silenciadas en señal de luto. Yumbo quedó desierto, pues la mayoría de sus habitantes viajaron a Cali a las honras fúnebres oficiadas en el templo de San Francisco. Los yumbeños llevaron a hombros el féretro hasta el Cementerio Central…
Muchos años después, los yumbeños siguen recordando a fray Alfonso de la Concepción Peña. Porque Yumbo le debe al padre Peña el mayor progreso de toda su historia. Conocer lo que fue la vida de fray Peña debe servir a las generaciones actuales y futuras, a los líderes y dirigentes cívicos y espirituales de ejemplo de lo que es una vida entregada al servicio de los demás.
Por Juan de Dios Vivas-Satizábal para www.todosesupo.com.
Agradezco en el alma la publicación del artículo ,