Por Rodrigo Bastidas para www.todosesupo.com
“La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos” MARX, Carlos, 18 Brumario de Luis Bonaparte
Después de muchos años de recorrer las calles de Yumbo, de conocer realidades desgarradoras, infamias, abusos, engaños, promesas y desesperanzas fui víctima de un escozor insoportable que es menester ir sacudiendo poco a poco dándolo a la publicidad, de tal suerte es la naturaleza de este escrito, es el resultado de un estallido interno de la presión insostenible de tener la cura pero no poderla usar. Así pues, en ese trasegar que ha sido mi trabajo social y comunitario en el municipio me ha llamado la atención una contradicción muy interesante entre solidaridad y egoísmo en situaciones adversas. Digo interesante porque vencer la indiferencia cuando no se tiene esperanza de redención no puede menos que ser interesante, y es esta fuerza la que surge en algunas de las comunidades más pobres (económica y socialmente informales) de las laderas y zona rural del municipio. Pero el otro lado de la contradicción nos muestra la naturaleza egoísta del hombre, quien una vez ha conseguido algo, se olvida del otro y lo quiere para sí, quiere cada infinito fragmento por miserable que sea para estar satisfecho, desconociendo a los otros.
De la solidaridad me encargaré en otro momento, ahora atenderé el llamado del egoísmo y segregación que se manifiesta en algunos grupos de “comunidades” organizadas. Y es que haciendo la lectura de estos colectivos no dejo de pensar en la validez que siguen teniendo los postulados de Carlos Marx en su majestuosa Crítica publicada en 1844 en los Anuarios franco-alemanes, sobre el debate de la cuestión judía en el contexto alemán del siglo XIX, en el que no solo se debatía un problema puntual de un momento histórico determinado, su espectro tocaba temas tan hondos como la naturaleza humana y la estructura ideológica del Estado, el Derecho y el corazón del Capitalismo. Pues bien, aquel debate del siglo XIX planteaba como tema central la naturaleza egoísta del pueblo judío alemán, que para ese entonces gozaba de ciertos privilegios que les habían permitido crecer y sacar rédito suficiente para destacarse en distintos sectores de la sociedad y la economía de la época. De tal suerte que planteaban una emancipación política, una escisión parcial del pueblo judío en relación con el pueblo alemán, desconociendo al grueso de los alemanes.
En esa época en Alemania, como ahora en un entorno reducido como el municipio de Yumbo, el debate giraba en torno a los intereses parciales de segmentos de población que ignoraban, como expresó Marx, que lo que debe buscarse es una emancipación humana antes que una emancipación cívica. Lo que debe generarse es la conciencia de la opresión real del hombre por el hombre, que está detrás de las diferencias, detrás de las vestiduras desgastadas de pseudoidentidades que generan una falsa conciencia de la situación de servidumbre en la que se encuentran y en últimas crean las condiciones para alimentar “esclavos satisfechos” (SLOTERDJICK, Crítica de la Razón Cínica) con las migajas y carroña que se desprenden de las libertades civiles y/o privilegios, cuando el bien supremo no puede ser otro que la emancipación humana. Estas pseudoidentidades basadas en pseudo historias y pseudo culturas en común, ha generado una distorsión lo suficientemente profunda como para crear el ambiente de ignorancia colectiva sobre la miseria real.
Si bien nos mostramos afectos a la emancipación humana, se nos dirá que desconocemos las luchas de los derechos civiles y las grandes conquistas de las libertades de valientes ciudadanos, indígenas, afrodescendientes, feministas, homosexuales y un amplio etc., desencadenando odios y escozor. A lo que es pertinente afirmar que nuestro planteamiento solo invita a hacer una revisión de conjunto de los grandes problemas de la Humanidad que nos pondría en una posición privilegiada de observar, como lo planteó Marx hace doscientos años, la escisión de la sociedad capitalista no puede entenderse de otra forma que como una lucha ciega entre oprimidos y opresores (MARX, Manifiesto Comunista).
Los oprimidos nos hemos venido clasificando de acuerdo al color de nuestra piel, nuestras creencias, preferencias, etc. y esto nos hace olvidar que el enemigo, el verdadero opresor es uno solo, con una verdadera identidad, la del dinero, la de ser el animal más rapaz de la estela evolutiva, y su propósito y estrategia de supervivencia es la de crear una falsa conciencia de la realidad, una ideología en la que “no sabemos lo que hacemos pero aun así lo hacemos”, frase que sintetiza y define el concepto de ideología en Marx; o peor aún como recientemente lo ha planteado Sloterdjick en su libro Crítica de la Razón Cínica, ahora que gozamos de los medios de comunicación y la globalización de la información, “sabemos lo que hacemos pero aun así lo hacemos…” (SLOTERDJICK, Ibid.), que explica el cinismo y estupidez colectiva que predomina en nuestra cultura popular y el motor de muchas de nuestras acciones.
Estamos llegando necesariamente a la alusión de un discurso antisistémico que tiene sus versiones más acabadas en los grandes movimientos populares que se plantean desde abajo, como por ejemplo Los sin tierra de Brasil, los zapatistas mexicanos y muchos otros que son la respuesta lógica a la opresión real en la que han sido sometidos por tanto tiempo campesinos (blancos, negros, mujeres, hombres, niños, homosexuales, heterosexuales, etc.) creando así una verdadera identidad en el actuar de sus reivindicaciones.
Pero estas movilizaciones incluyentes y vinculantes no surgen porque sí, y debemos decir que tienen unas características muy marcadas que en nada se parecen a los propósitos de pequeños grupos de presión y objetivos particulares como los que observamos en nuestro entorno. Los movimientos sociales de que da cuenta Raúl Zibechi, especialista en el tema, ha planteado que tanto para el caso de los indígenas, de los campesinos, como en las periferias urbanas, los actores sociales se han unido entorno al concepto de territorio y es este concepto que dista mucho en cada una de las tres genealogías antes mencionadas, el factor en el que se unen y se vinculan las conciencias particulares (ZIBECHI, Raúl, Autonomías y Emancipaciones: América Latina en Movimiento).
Pero el problema de las pseudoidentidades persiste opacando e invisivilizando las grandes necesidades de los de abajo que deberían ser las llamadas a ser el motor de todo emprendimiento social o en el mejor de los casos una revolución. Intentando buscar en el pasado cosas que ya no son dueñas del sentido del que gozaban antes, se pierde la atención sobre las innumerable lista de limitaciones con que se constriñe a nuestras comunidades, de tal suerte que se les brinda gratuidad para la educación superior pero esto solo es una excepción a la regla en los estratos socioeconómicos más bajos, y una alternativa despreciable para las clases mejor posicionadas dentro de las muchas posibilidades con que gozan sus jóvenes. El Estado declara servicio militar obligatorio para los hombres mayores de edad, pero esta obligación solo recae en lo más pobres, en los que no tienen para pagar la cuota de compensación o no tienen esperanza. El sistema educativo ofrece cupos prioritarios para la población afrocolombiana en las universidades públicas, pero no garantizan las condiciones para que las zonas más desprotegidas donde hay mayor concentración de esta población tengan la calidad educativa para superar el examen de Estado y un larguísimo y quizá interminable etcétera. Pero las peleas siguen siendo por las migajas del sistema, por intereses particulares, rencores y desdén por todo el que es diferente al otro.
Rodrigo Bastidas Valencia
Nacido en Yumbo. Estudiante de Historia, Estudios políticos y resolución de conflictos, Universidad del Valle. Representante legal de la Fundación para el Fomento de la Investigación, Emprendimiento e Innovación Social, Innovaccion Fundacion.
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