Por Mahmoud A. ibn Marlium Jamir para www.todosesupo.com
I
Hay quienes encuentran en el libro del Éxodo un antecedente, pero al menos desde el siglo VI de la era cristiana, el Profeta Muhammad (saws) —conocido en Occidente con el deformado nombre de Mahoma— sabía perfectamente cómo lidiar con las epidemias. No me detendré en este asunto puesto que lo resume muy bien un artículo de ABC Ciencia que el lector puede consultar si es su deseo profundizar un poco más en el tema. Por su parte, Michael Foucault, en el capítulo sobre el panoptismo, de su libro «Vigilar y castigar», describe en rigor las medidas que en el siglo XVIII Europa utilizaba para el mismo fin: combatir la peste negra. Ya en el siglo XX, la gripe española —para algunos estudiosos la más devastadora de la historia— llegó a cobrar la vida de entre 20 y 40 millones de personas en un sólo año. A propósito de lo cual, relata Umberto Eco que:
«En 1918, a la edad de 40 años, mi abuelo materno se vio afectado por una forma de gripe vírica, conocida comúnmente como gripe española, que diezmaba gran parte de Europa. Murió en una semana, a pesar de todos los esfuerzos de tres médicos. En 1972, a la edad de 40, me vi afectado por una grave enfermedad que parecía muy similar a la española. Gracias a la penicilina, tras una semana ya estaba en pie. Así que es fácil comprender por qué, dejando de lado la energía atómica, los viajes espaciales y el ordenador, sigo pensando que el invento más importante de nuestro siglo es la penicilina (y en general, todos los medicamentos que hacen posible que la gente alcance los 80 años, mientras que en el pasado podrían haber muerto a los 50 ó 60).»
Pareciera que son pocas las cosas que, como civilización o como especie, conservamos desde hace tanto tiempo más intactas que cualquier reliquia. El confinamiento es una de ellas y la razón parece ser que es la medida más efectiva para combatir la peste.
II
No es menos cierto que en nuestro lado del mundo no hemos padecido las pandemias en la magnitud que sí alcanzaron, por ejemplo, a gran parte de Europa. Y podríamos decir que por eso el tal coronavirus nos ha tomado desprevenidos e incautos.
Este podría ser un argumento a favor de la tardía respuesta de algunos Estados del Nuevo Mundo a la pandemia, pero este mismo argumento no sería útil en absoluto para países como España, Italia, Alemania… Y la experiencia inmediata de éstos últimos desacredita cualquier intento de absolver la tardía y desacorde respuesta de nuestros gobernantes al asunto. Como lo hizo ver Antonio Caballero: se percibe un aire de tentación totalitaria en medio de la crisis. Mientras que los políticos llaman a la unidad, los médicos llaman al distanciamiento. Lo que no conseguimos los mamertos lo consiguió la peste (subsidios, revisión de las políticas de salud, educación, agrarias, laborales…), pero lo que no habían conseguido los fachos también lo consiguió la peste (cerrar colegios, universidades, teatros, disuadir las acciones colectivas…).
Asistimos a una coyuntura de absoluta incertidumbre y no directamente por cuenta de la modernidad líquida de Zygmunt Bauman, sino por un agente infeccioso sobre el cual ni siquiera se tiene consenso, dentro de la llamada comunidad científica, de que sea un ser vivo.
El concho: Los bulos se expanden más rápidamente que la peste. Quédese en casa, pero no difundiéndolos.

Mahmoud A. ibn Marlium Jamir. Sociólogo. Exmiembro del Parlamento Nacional de Juventudes Liberales. Excandidato al Consejo Directivo del Instituto del Pensamiento Liberal. Exsecretario de la Dirección Municipal Liberal de Yumbo. Corista y serenatero. Ópera, libros, café y tabaco.
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