Por Boris J. Abadía V., para www.todosesupo.com
No hace mucho tiempo escribía en mis redes sociales que, debido a la pandemia que se está viviendo, cada día borraba de mi teléfono móvil, como mínimo, entre 200 fotos, memes o videos, más o menos el triple de lo que ocasionalmente eliminaba. Una prueba simple de que, por una parte, algunos de mis amigos o contactos disfrutan de un mayor tiempo libre por el confinamiento y que además, buena parte de ese tiempo lo dedican a estar frente a su dispositivo celular. Y sí, yo también estoy como ellos.
Es claro que ahora pasamos por una situación extraordinaria que nos ha llevado a modificar nuestros hábitos diarios y a “reinventarnos”, palabra muy de moda por estos días, pero ya me empiezo a cuestionar si de verdad nos ha servido el COVID 19; espero se me entienda. Me imagino, y ojalá no sea su caso, los hogares con cada uno de los miembros de la familia conectados a la pantalla, viendo en una aplicación qué han hecho o están haciendo los demás, saltar a otra aplicación para hacer lo mismo, pasar a la siguiente para ver algo de noticias, (seguramente relacionado con el coronavirus) y después, a los diez minutos, volver a la primera para comprobar si ha pasado algo nuevo. Ajá, diez minutos después… Es como una necesidad de estar siempre allí, casi como un vicio, aunque para algunos ya lo es.
Hay que resaltar en algo positivo y que se ha incrementado fuertemente en esta época como son las videoconferencias. En un principio sólo podían realizarse entre dos personas, pero como todo progresa, ya el número de participantes puede ser bastante alto, lo que facilita las clases virtuales, las reuniones de trabajo o simplemente un encuentro entre familiares, amigos o compañeros de alguna actividad. Una gran opción para no perder contacto con gente que es importante para nosotros.
Puede ser también, que un porcentaje alto de ese periodo en casa lo utilicemos en ver televisión o Netflix, absorbiendo series o películas a grandes cantidades. Fácilmente el tema de esas largas conversaciones que también tenemos en nuestro otro encierro virtual, como lo es el Whatsapp, sean sobre las recomendaciones para qué ver en la pantalla chica. En fin, hay una serie de actividades que estamos realizando pero sólo a manera individual, no familiar, y esta oportunidad “obligada” de pasar un tiempo de calidad con los que vivimos, no la estamos aprovechando como corresponde.
Sin quitarle valor a todo lo antes citado ya que son opciones muy válidas y lícitas, me cuestiono que sean las prioritarias. El poder disfrutar en familia, crecer juntos y ayudarse debería ser nuestro objetivo principal. A la hora de hacer un balance entre el interés que mostramos hacia ciertas personas o atracciones y el interés hacia los de casa, podríamos llevarnos una sorpresa y no estar haciendo lo correcto. El amor es infinito y si lo podemos demostrar hacia afuera, con total seguridad y casi que con mayor facilidad, lo podemos transmitir hacia los de adentro. Estos difíciles momentos deberían motivarnos para hacerlo. El distanciamiento social en algunos casos no lo es y se ha convertido inesperadamente en un distanciamiento familiar.
Está claro que el COVID-19 ha traído una innumerable cantidad de cosas negativas a la humanidad, pero es nuestra obligación buscar y principalmente encontrar lo positivo. En medio del dolor causado y del miedo existente, transmitir el amor sí que debería ser una prioridad y más para los de nuestra familia. Será cuestión de no desaprovechar esta oportunidad y mejorar nuestras relaciones de la misma manera como también deberíamos mejorar nuestra relación con Dios. Una buena parte de este tiempo extra que tenemos se debería invertir en fortalecer, o si no existe crear, esa unión que tenemos con Él.
Creo, aunque a veces cueste viendo lo que se ve, que después de este episodio oscuro de la humanidad, vamos a ser mucho mejores en todos los aspectos. Tenemos motivos dentro de casa y fuera de ella para esforzarnos en serlo.
Boris J. Abadía V., yumbeño radicado en España hace 18 años.
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