Por Boris J. Abadía V., para www.todosesupo.com
Si hay algo común entre todos en esta época de pandemia podría decirse que es el hecho de ponernos a pensar más de la cuenta. Ya sea para buscar soluciones, para imaginar el futuro, para tratar de entender por qué está pasando esto, o para saber qué hacer con tanto tiempo libre, por ejemplo. Cada quién dependiendo de cómo lo ha afectado esta situación inesperada.
En mi caso particular, tengo una fe cristiana que me invita a creer que todo va a salir bien, confiando en Dios a cada momento y supongo que la inmensa mayoría, independientemente de sus creencias, también vive con esa esperanza. Pero después de pasado un tiempo considerable desde el inicio del COVID-19, y viendo el comportamiento de muchas personas, aún conocedoras de los daños que éste ha traído e inclusive al analizarme en algunos de mis comportamientos, debo confesar que entre las cosas que pienso está es el preguntar si de verdad cambiaremos como seres humanos para mejorar o lo que ha ocurrido no ha sido lo suficiente.
Por ejemplo, ¿cómo es posible que muchos de los trabajadores del sector sanitario hayan tenido que soportar acoso y desprecio en lugares públicos como supermercados o hasta en sus propias viviendas han sentido de cerca insultos o amenazas mediante cartas o en sus paredes? Es complicado saber qué pensarían estos profesionales de la salud cuando después de aguantarse toda esta grosería, escuchaban el aplauso de la gente en los balcones a determinada hora, para que se viera bonito y se sintieran solidarios. Puede ser que a ellos no les tomaran de sorpresa estos actos egoístas, cuando veían en las noticias o en presencia propia, la manera en la que las personas se llevaban cuánta agua en botellas podía y el papel higiénico que más les entrara en los carritos. A propósito, ¿ya habrán acabado con todo el papel del que se surtieron?
Son los mismos que en el primer día de poder salir un corto tiempo de casa con los niños, después de tanto tiempo y bajo determinadas condiciones de seguridad, como el distanciamiento, aprovecharon para salir en bandada para reunirse con amigos y formar multitud, sin darle ningún valor a las recomendaciones recibidas, ni para ellos ni para sus hijos. Y son los mismos que después tienen un familiar contagiado por sus torpezas acuden a suplicar al mismo personal sanitario que antes habían insultado, para que le salve a su ser querido.
Me pone a pensar también el cómo es posible que haya tanto desalmado que se esté aprovechando de las necesidades de la gente en estos tiempos para su lucro propio. Gente que esté inflando los costos de los elementos que van a ser donados a la gente necesitada, para robarse la diferencia de precio; empresas que estén aumentando los valores de algunos artículos y servicios, o compañías que estén despidiendo a sus trabajadores, muchas veces sin necesidad, con el pretexto del coronavirus.
Por más que intento y pienso, no comprendo cómo en tiempos en los que se buscan recursos para que la gente no se muera de hambre al no tener trabajo, por lo del cierre temporal o definitivo de tanta industria o comercio, de parte del Gobierno se destinen cifras escandalosas de dinero para los bancos y para los grandes grupos financieros o se gasten en lujosas camionetas innecesarias, sin importarles que están llevando a la llamada “clase media” a una agonía rápida y todas estas personas que pertenecen a ella se conviertan, aunque muchos dicen que ya lo son, en pobres.
De la misma manera pienso en los que seguimos mostrando a veces una actitud hostil en nuestra forma de relacionarnos, ya sea personalmente o bien sea por medio de las redes sociales que llevamos. Tanta noticia trágica, inclusive desde antes del COVID-19 no fue suficiente para que cambiáramos y me pregunto qué más nos tendrá qué pasar. Hay mucho todavía en qué pensar o en qué meditar y después de hacerlo, en qué cambiar, razones hay suficientes. Sin embargo, sigo creyendo que después de esta experiencia vamos a aprender a darle más valor a las cosas, a aprovechar el tiempo, a establecer unas prioridades, a ser agradecidos, a mejorar nuestras relaciones, a expresar nuestros sentimientos y principalmente, a depender de Dios.
Boris J. Abadía V., yumbeño radicado en España hace 18 años.Boris J. Abadía V., yumbeño radicado en España hace 18 años.
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