Por Boris J. Abadía V. para www.todosesupo.com
Supongo que en todos los portales informativos, revistas virtuales o blogs, se registra un número indicador acerca de las personas que acceden a las determinadas notas que allí se exponen. Algo parecido a lo que pasa en nuestras redes sociales, que llevan una estadística de quienes miran las publicaciones, las aprueban (likes), el número de seguidores que tenemos, etcétera. Todo con el fin de llevar un control de ellas o, Dios quiera que no, aumentar nuestro ego al revisar el grado de aceptación que poseemos entre los contactos virtuales.
Al comparar estos números entre los diversos contenidos de los medios de información, es notorio el mayor interés que existe entre la gente hacia los temas, digamos, no tan profundos o de crecimiento. El amarillismo, los chismes, los resultados deportivos, los espectáculos o los chistes llaman más nuestra atención en comparación a otros contenidos que nos puedan llevar a una superación personal y hasta colectiva, pero también recogen más expectativa que cualquier contenido a nivel público, como las noticias normales. Es curioso que esto también suceda en las redes sociales que manejamos, sólo basta con confrontar las notificaciones entre publicaciones que hagamos con un mensaje importante o de superación contra las de una simple foto familiar o un meme, entonces veremos que la victoria de los segundos será arrolladora.
Podremos tener varias justificaciones para no leer, pero en cualquier caso una excusa como, por ejemplo, que no tengamos el tiempo suficiente, perderá todo su peso cuando sepamos la cantidad de minutos diarios que estamos frente a un teléfono móvil o un ordenador, consultando la vida de nuestros contactos, revisando las noticias de farándula de último momento o viendo videos musicales. Según estudios, alrededor de cinco horas diarias, en promedio, es lo que nos gastamos en estas actividades. No sé cuántos minutos, (obviamente la palabra “horas” ya ni la utilizo), gastaremos al día para repasar un libro físico, el de papel, el de toda la vida, y la verdad, no merece la pena ni compararlo. Y si el problema para leer es lo “incómodo” de sujetar el libro e ir hojeando las páginas, tampoco se acepta ese pretexto ya que virtualmente tampoco lo hacemos.
Dicho lo cual, no se puede ocultar que nuestro principal problema a la hora de tener un espacio considerable para la lectura es porque nos da pereza leer. Tal vez por cultura propia, por falta de ella o por ignorancia, creamos que adquirir conocimientos de esta manera es una pérdida de tiempo. Somos desinteresados e indisciplinados y cuando, por fin, lo intentamos hacer, no desarrollamos unos buenos hábitos. Lo practicamos en un lugar muy cómodo como la cama y el sofá, facilitando el sueño mientras se lee o a nuestro alrededor hay distracciones como el celular sin estar en silencio y el televisor en pleno funcionamiento.
Tal vez si entendiéramos que cuando nos entreguemos más a la lectura cambiaremos nuestra forma de ver el mundo, comprenderemos las situaciones y encontraremos soluciones a los problemas que se nos puedan presentar, ya que con un mejor y mayor conocimiento siempre será más fácil hacerlo que sin él. Pero si seguimos actuando con la misma dejadez de siempre, el panorama nunca será alentador. Nunca es tarde para crecer, y cuando leemos, crecemos.
Boris J. Abadía V., yumbeño radicado en España hace 18 años.
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