De la Edad Media a la posmodernidad

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Hay que decirlo, por impopular que sea: el conjunto de los santos, establecidos así por el catolicismo medieval, que es el que más aporta a la hagiografía, está atestado de señores —más que de señoras— que decidían, por lo que fuera, aislarse para llevar mala vida en solitario. No fue sino hasta Francisco de Asís, que no se inventó una forma de, igualmente, llevar mala vida, pero en comunidad, es decir con otros distintos, pero bajo la misma premisa: agradar a Dios bajo el azote del sufrimiento autoinfligido y voluntario.

Pero ello desemboca en una serie de retos para las nacientes órdenes: principalmente crear una serie de regulas para organizar estas nuevas formas de adoración. Incursionar en la lectura de éstas, es una increíble radiografía de las preocupaciones que tenían sus fundadores sobre el asunto. 

Por ejemplo, la órden de San Leandro —que hizo el mencionado para su hermana y la órden de mujeres que la conformaron— se detiene particularmente en el asunto del baño, que no debe hacerse sino cuando la enfermedad lo amerite pues tocarse el cuerpo, consideraba el autor, representaba un lujo pecaminoso e innecesario.

Por otro lado, la gran obra del brillante medievalista Umberto Eco, El nombre de la Rosa, deja entrever que los miembros de la orden benedictina no veía con buenos ojos la risa pues, según según se argumenta, no se menciona en las Escrituras que Cristo haya reído en algún momento de su corta y eterna vida.

Otras órdenes, más liberales y flexibles, fueron perseguidas —como la Compañía de Jesús— o exterminadas —como los dulcinianos o las beguinas— por el Santo Oficio siempre preocupado por la salud del cuerpo social, cuerpo que, por supuesto, requiere de la amputación de miembros enfermos o sobrantes. Todo ello a criterio del Gran Inquisidor.

Quizás, el entonces Papa Benedicto XVI, tenía razón al decir, por impopular que haya sonado, que la Santa Inquisición permitió el desarrollo del derecho moderno y éste, tal vez, le debe mucho a aquella, como ocurre en otras áreas del conocimiento cuyo desarrollo, en ésa coyuntura, que nos hemos acostumbrado a ver como un estancamiento absoluto, de diez siglos, en las ciencias y en las artes. Lo cierto es que desde la Navaja o Ockham hasta el Asno de Buridán el asunto es menos oscuro de lo que se pinta.

De cualquier forma, el sueño utópico y liberal posmoderno consiste en que la austeridad sea una alternativa propia y no una imposición económica.    

El concho: Si Borges propone que unos nacen aristotélicos y otros platónicos, se podría decir que unos se vuelven como Giordano Bruno —y se hacen quemar vivos— y otros Galileo Galilei —y se retractan seguido de un eppur si muove.

Mahmoud A. ibn Marlium Jamir. Sociólogo yumbeño.
Mahmoud A. ibn Marlium Jamir. Sociólogo. Exmiembro del Parlamento Nacional de Juventudes Liberales. Excandidato al Consejo Directivo del Instituto del Pensamiento Liberal. Exsecretario de la Dirección Municipal Liberal de Yumbo. Corista y serenatero. Ópera, libros, café y tabaco.

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