Por Boris J. Abadía V., para www.todosesupo.com
Como consecuencia de la gran cantidad de problemas que se vienen presentando, tanto a nivel individual como colectivo, en este mundo cada vez más complicado, muchas personas se han visto con la necesidad de sentir que creen en “algo” y se aferran en que ese “algo” les puede solucionar todo aquello que les agobia, olvidando que lo principal viene a ser el vínculo afectivo con ese ser y no lo que éste pueda ofrecer. Así mismo para algunos de los que ya eran creyentes, esta relación ha pasado a convertirse en un fanatismo en el afán por estar conectados a lo divino todo el tiempo, casi sin importar lo que le ocurra a su alrededor, presionados por los acontecimientos externos.
Si bien es cierto que lo ideal y lógico es que tengamos una necesidad evidente de ese ser, dentro de una figura parental, no lo es el que primordialmente éste exista solo para que satisfaga nuestros deseos. Al entender que somos hijos suyos, debemos tener claro que los tratos que existen con nuestros padres naturales deben ser los mismos, siempre y cuando aquellos sean los adecuados, claro está, y en ese caso acudir a Él con la total confianza para hablar y si es necesario, exponerle nuestras preocupaciones. A lo que no se puede llegar es a la obstinación, porque con nuestros progenitores no pasa así. En condiciones normales, no hay una exagerada necesidad de estar físicamente con nuestros padres todo el tiempo.
Debe quedar claro que Dios, o como se quiera llamar, debe ser nuestra prioridad primera, y en segundo lugar estará nuestra familia, que en ningún caso se abandonará con la justificación en el acercamiento al ser divino. Para cada acto que hagamos en nuestra vida lo ideal sería que tuviéramos orientación divina previa, que sólo se encuentra mediante la oración y además con tener una relación directa y fresca con Él, que se va consiguiendo cada día. Cuando reconocemos y agradecemos todos los regalos que nos ha brindado, pero igualmente cuando encontramos lo positivo de los problemas y las dificultades, también fortalecemos esa comunión y sobre todo la gozamos, no la sufrimos.
La relación con Dios en ningún momento debe ser un padecimiento, así como la afinidad con tus padres no debería ser de dolor. Mientras mejor estemos con Él, habrá una mayor facilidad para encontrar el propósito en nuestras vidas.
Boris J. Abadía V., yumbeño radicado en España hace 19 años.
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