Asentamiento en Puerto Isaacs. Habitar es sembrar-se en el territorio

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Asentamiento en Puerto Isaacs, laderas de Yumbo. Foto Rubén Darío Gómez.
Asentamiento en Puerto Isaacs, laderas de Yumbo. Foto Rubén Darío Gómez.

Por Rubén Darío Gómez, Observatorio de Realidades Sociales Arquidiócesis de Cali.
Llegaron…, pero ninguno como caído del cielo; todos venían a pie salidos de la tierra, caminando largas distancias con los corotos a cuestas; todos vinieron de allá, del lugar en el que aún se escuchan los estruendos.

Explosiones que malogran lo sembrado en proyectos contrarios a la vida, en los que el miedo se esparce, las minas laceran y los bombardeos arrasan; desapariciones que aturden de silencio, señalamientos con los que se impacta la dignidad, enfrentamientos de la más absurda escena en la que se usurpa el territorio de los nativos y residentes; de quienes insistieron en sembrar…

Llegaron en una carrera por salvarse, ya habían escuchado que en la ciudad todo era distinto, de direcciones complejas, de avenidas peligrosas, de gente acelerada, de espacios limitados en los que sembrar es surrealista; sabían que perdían huyendo, trayendo el rancho a cuestas, desamparando la tierra, abandonando el labrar, pero no quedaba de otra, pues “siempre es preferible vivir…”

Llegaron y se hicieron donde pudieron, no podemos decir que se ubicaron porque su primer reto fue hacerse, reinventarse en el nuevo lugar que ahora habitan, bien fuera a la orilla del río o en la pendiente; se hicieron de nuevo y por ello con nostalgia buscaron lo más parecido a lo que les quitaron: la fiesta del sustento que trae el río o la tranquilidad que da la madre tierra…

Cuando llegaron traían sus manos y pies cargados del conocimiento que da el campo y con ello se hicieron camino para un nuevo comienzo; muchos de ellos se dieron la mano aquí, se reconocieron con otros que habían venido antes, recibieron la solidaridad que da sin reparo quien también ha sufrido, fueron acogidos por el estero del río, por la pendiente de la montaña…

Estando aquí, les tocó diferenciar entre los discursos engañosos de oportunidad y la labor necesaria para sembrar-se asimismo; tocó renovar los conocimientos pues para habitar los lugares, que yacían baldíos pero con dueño, se necesitó estrecharse con la tierra, abrirle zanja, enraizarse, tejerse en cerco con los otros, defenderse juntos, construir la narrativa colectiva y celebrarse… Con ello y luego de unos años, se sintieron propios pero con añoranzas en la montaña, con vínculos aquí y allá, con sembrados en un agreste territorio que no deja de dar frutos de esperanza.

Por eso, desde su habitar en la ladera o el jarillón, en Cali o en Yumbo, las familias extensas del andén Pacífico, siempre coinciden en decir, palabras más palabras menos: Aquí estamos sembrando, cuidando la familia…, viviendo… Y lo dicen como una manera de enseñar, de compartir lo aprendido con una ciudad que se concibe muchas veces fracturada, a la que se le olvida lo rural o los tejidos campesinos que van y vienen, pero que nos constituyen históricamente; una ciudad que desatiende la necesaria labor de sembrarse asimismo en el territorio, para sentir su lugar, la comunalidad de su casa; para valorar cada siembra que se hace en lo público como alimento para la vida ciudadana…

Fotografías: Rubén Darío Gómez del Semanario Observatorio de Realidades Sociales Arquidiócesis de Cali
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