lunes, noviembre 4, 2024
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Padre José Oyón Ordóñez, toda una vida en Yumbo

(Nuestro homenaje a este buen hombre. Infinita gratitud; falleció este sábado 22 de julio).

Por Juan de Dios Vivas-Satizábal.
El 19 de marzo de 1932 nació en España José Oyón Ordóñez. Recién ordenado como sacerdote se dedicó a cruzar el océano Atlántico a bordo del barco Cabo de Hornos de la compañía Ibarra Española del que era el capellán.

El contacto del joven sacerdote con América se dio cuando llegó a los puertos de Río de Janeiro, Santos, Montevideo y Buenos Aires donde permanecía siete días y se retornaba para Europa, pero nunca le pasó por la mente que algún día estaría trabajando en la lejana Colombia, en Yumbo, un lugar del que nunca había tenido noticias de su existencia.

Cuenta el padre Oyón que lo único que hacía en el barco, fuera de celebrar la Eucaristía en la mañana, era jugar cartas en las noches con el capitán, el médico de la tripulación y cuatro o cinco más. Ese ritmo de vida a sus treinta años lo cuestionó, y en una de las paradas en la Argentina visitó a unos sacerdotes españoles, motivándose por trabajar en Latinoamérica. Se vinculó, pues, a la obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana.

Cierto día el director de la obra le manifestó al padre Oyón que monseñor Alberto Uribe Urdaneta, obispo de la Diócesis de Santiago de Cali en Colombia, había pedido unos sacerdotes para Yumbo. El padre Oyón cuenta que le dijo a su director que igual le daba irse para cualquier parte.

Por entonces, el 2 de septiembre de 1962, había llegado a Yumbo como párroco el sacerdote español Libino Arjona, quien además era el capellán de la naciente empresa Propal S.A. Luego llegarían a colaborarle los también españoles José Pérez de Albéniz y José Oyón Ordóñez. Fue para ellos llegar a una tierra completamente desconocida, aunque en su tierra natal con clases de antropología los quisieron preparar para cuando llegaran a Latinoamérica, se encontraron con una realidad muy distinta.

A estos tres sacerdotes españoles les correspondió implementar las innovaciones mandadas por el Concilio Vaticano II. Se pasó de las celebraciones en latín a la lengua vernácula; el Altar Mayor en mármol, orgullo de los yumbeños, pasa a ser una sobria Piedra Santa; las imágenes de los santos son bajadas de sus nichos, todo acorde con lo preceptuado por los obispos en procura de que la feligresía no sufriera desviaciones y se lograra la centralidad en el Sacrificio de Cristo.

Yumbo en los años sesenta ya presentaba el crecimiento demográfico generado por la industrialización. A estos sacerdotes españoles les correspondió atender a la cada vez mayor feligresía, siendo importante el hecho de que no sólo estaban interesados en la fe católica sino en que la cada vez creciente población de Yumbo tuviera condiciones dignas de vida. Esa fue la razón por la cual el padre Libino se inquietó por la falta de colegios para los niños yumbeños, previendo que con la llegada de las empresas arribarían también muchas personas.

Para la construcción del colegio parroquial, los curas españoles compraron las casas aledañas al templo del Señor del Buen Consuelo. Con la participación de la comunidad y el apoyo de la administración municipal, empezaron los trabajos, sobre todo las mingas de los fines de semana en las que como un obrero más el padre José Oyón Ordóñez se arremangaba y voleaba parejo pala y carreta.

El padre Oyón en 1963 fue nombrado cura párroco, cargo que desempeñó hasta 1968. En compañía de los sacerdotes Ángel Rodríguez y Jesús Surbano, continuó con la obra iniciada junto al padre Libino Arjona y el padre José P. de Albéniz, quienes partieron de Yumbo en 1963.

Además de continuar con la construcción del ya establecido colegio parroquial San Francisco Javier, el padre Oyón siguió animando a las comunidades de los barrios Uribe Uribe y Simón Bolívar para que también tuvieran sus centros de cultos, las nacientes capillas de San José Obrero y San Antonio María Claret, que con el paso de los años se convertirían en la segunda y tercera parroquias del municipio de Yumbo. Fue el párroco de Yumbo hasta julio de 1968.

Se va, pero regresa a Latinoamérica
Cuando cumplió su tiempo en América, el padre Oyón regresó a España en la idea de estar con su familia unos tres meses propósito que no cumplió. A través de un primo hermano jesuita conoció a unas monjas venezolanas que le invitaron a trabajar en su país. Sin pensarlo resultó instalado de nuevo en América, en el estado Trujillo, Venezuela.

El jueves 22 de agosto de 1968 el papa Pablo VI llegó a Bogotá. Ese hecho marcó el regreso del padre Oyón a Colombia. En casa de un médico español casado con una venezolana vio el arribo de su Santidad, cuando besó tierra colombiana y recibido por el presidente de la República Carlos Lleras Restrepo, el alcalde de Bogotá Virgilio Barco Vargas, el cardenal arzobispo de Bogotá Luis Concha Córdoba, el administrador apostólico de la arquidiócesis de Bogotá Aníbal Muñoz Duque y miles de colombianos apostados a lado y lado de la vía por donde transitó el papa.

Aquella mañana el padre Oyón no pudo evitar la emoción hasta las lágrimas porque sentía cercana la visita del papa y porque había participado en las reuniones preparatorias del XXXIX Congreso Eucarístico Internacional y de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, hechos que motivaron la visita de Pablo VI a Colombia.

En vista de esto, su compatriota le sugirió que fuera hasta Colombia, cosa que así hizo. De visita en nuestro país, el padre Oyón fue a saludar de cortesía a monseñor Alberto Uribe Urdaneta a quien le contó que estaba trabajando en Venezuela. El obispo le dijo: Tú eres de la diócesis nuestra, y te tengo un puesto en el Sena. Piénsalo, pero vete enseguida…

El padre Oyón regresó y siguió vinculado con la comunidad yumbeña, hasta el punto de que se radicó en Mulaló. Hoy por hoy él se siente mulaleño, y así lo ratifica Abelardo Tello García quien acompañó al padre Oyón por más de treinta años en su labor pastoral por todas las veredas de nuestro municipio. Dice el padre Oyón que con motivo de sus bodas de oro sacerdotal viajó a España en el 2004, pero se sintió extraño y añoraba a su Mulaló.

Hoy día, cuando se trasiega el segundo decenio del Siglo XXI, el padre José Oyón Ordóñez, pensionado en el SENA y ya retirado de sus responsabilidades eclesiásticas, siendo sacerdote hasta que muera, sigue radicado en Mulaló, una tierra que aprendió a querer como si en ella hubiera nacido, y donde sus habitantes siempre lo recordarán y lo querrán como si fuera uno de ellos; aunque en realidad el tío José terminó siendo un mulaleño más…

 

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