La forma como cultural e históricamente se comunicaban los yumbeños de antaño no era a grandes rasgos diferente a como lo hicieron los demás pueblos de Colombia. Todo se remonta al compartir experiencias entre los jornaleros de las pocas haciendas y fincas de Yumbo, ya fuera camino hacia ellas o en el corte mismo.
La comunicación también se daba en las horas de la tarde, después de la siesta, cuando los niños sentados en torno a la madre o la abuela, escuchaban las historias de grandes héroes. Las historias de espantos (la madremonte, el duende, el mohán, el descabezado, la llorona, el vaquero…), estas historias quedaban para por la noche, a la luz de la vela, luego del rezo del Santo Rosario que se hacía a las seis de la tarde después de comer y cuando el sol ya se había escondido tras las lomas de Las Tres Tulpas y Yumbo se empezaba a llenar de sombras.
Los corrillos partidistas y ciudadanos
En el Yumbo de antaño era costumbre que los hombres adultos, después de cumplir con el precepto religioso de honrar a la Virgen Santísima, se reunieran a tertuliar entre copartidarios hasta altas horas (9:00 de la noche). Los conservadores se reunían en casa de don Benigno Sánchez, en la calle séptima entre carreras tercera y cuarta, mientras los liberales lo hacían donde don Romualdo Sánchez, esquina de la calle 5ª con carrera 6ª, o Sergio Díaz, calle 7ª con carrera 5ª. En estas casas las tertulias giraban en torno a temas referentes a cada colectividad política.
Sitios neutrales para tertuliar y a los que concurrían liberales y conservadores, fueron la sombra del frondoso palo de mango sembrado por Joaquín Sánchez Velasco al frente de la vieja Casa Municipal, esquina noroeste de la plaza, y el cerco de lata de guadua de la casa de Manuel de Jesús Lenis Rojas, en la esquina suroccidental, cruce de la quinta con quinta.
A propósito del cerco de lata de guadua de la casa de Manuel de Jesús Lenis hay que apuntar que fue el primer intento frentenacionalista en Yumbo, “pues la recostadera que habían cogido los contertulios, terminaron por desajustarlo y casi mandarlo al suelo…“, lo que hizo que a una, liberales y conservadores, lo repararan una mañana dominical.
Los hombres yumbeños, pues, bajo la sombra del palo de mango o recostados en el cerco de lata, ventilaban temas de cualquier índole. Sin distingos partidistas comentaban los hechos que por boca de los que iban a la capital o de los pocos estudiantes yumbeños que estaban en Buga, Popayán o Bogotá llegaban a Yumbo, y también hablaban del último acontecimiento divino o humano acaecido en el pueblo.
¿Cómo se comunicaban las mujeres?
Las mujeres, por su parte, se comunicaban los últimos acontecimientos ocurridos en Yumbo o lo que les contaban sus padres o esposos, en los lavaderos de ropa del río o de la Acequia Grande. O también a la salida de misa cuando era costumbre, no sin antes reverenciar la Cruz de la Misión, pararse frente a la cartelera del templo parroquial a leer las amonestaciones de los próximos matrimonios en el pueblo. O en los escasos velorios y en las idas a la plaza de mercado o a las pocas tiendas del pueblo, las de César Ferrerosa, Puno Tello, Granario Ibarra, Humberto Reyes, Nicanor García, Alfonso Martínez o Leopoldo en la carrera 2ª con calles 11 y 12.
Difusores de noticias también lo fueron los vendedores de carbón y leña y las cargadoras de agua desde el río. Ellos y ellas, de puerta en puerta iban dejando lo último oído en la cuadra de las López matizado con el rumor recogido en la calle de las Quintero.
El correo, el telégrafo…
Poco a poco el ambiente bucólico de Yumbo se fue modificando por la irrupción de otras formas comunicativas, y a lo que antes sólo se comunicaba (acontecimientos locales y las esporádicas informaciones de afuera traídas por los pocos yumbeños que salían del poblado) se agregaron las nuevas que llegaron con el correo distrital restablecido el 12 de mayo de 1897, o a través del alambre del telégrafo instalado hacia 1913.
Una anécdota trágica: el correo le quita la vida a uno de los contertulios de la plaza. El jefe del conservatismo yumbeño, don Mario Guevara, sufre un fulminante infarto cardíaco el 9 de febrero de 1930 al enterarse por los hilos del telégrafo que el mono Enrique Olaya Herrera había triunfado en las elecciones presidenciales llegando el fin de la hegemonía conservadora. Don Mario se desplomó y desde el andén cayó al polvo y las piedras que recubrían la carrera segunda a la altura de la calle novena.
El señor Guevara murió, y también los contertulios vieron modificadas sus costumbres con la llegada del correo. Ellos debieron dividir su tiempo para ir una noche por semana a reclamar la remesa de periódicos bogotanos, y después sí, comentarlos con sus amigos en los sitios habituales de reunión.
Los yumbeños, la prensa y la radio
Los contados yumbeños que viajaban a Cali a lomo de caballo o a pie a vender los productos de la tierra (nísperos, tortillas, bizcochuelos, suspiros, carantanta…) a partir de 1927 lo empezaron a hacer encaramados en la chiva “El Cóndor”, primer vehículo público intermunicipal que salía para Cali a las 4 y media de la mañana y que regresaba a las 10.
Y así como el tiempo para ir a Cali se acortó gracias al Cóndor, la distancia entre Yumbo y las tierras allende Punteyumbo (hoy Puerto Isaacs) y el portachuelo de San Marcos también se acortaron en la medida en que Jacinto Prado empieza a vender por las polvorientas calles los periódicos Relator y Correo del Cauca.
Después de llegar a pie desde Cali con los periódicos porque la chiva o línea o bus escalera solo viajaba en la mañana, Jacinto Prado a altas horas de la noche anunció la terminación de la guerra colombo-peruana en los años treinta. El mismo conflicto cuyo desarrollo los yumbeños conocieron día tras día yendo hasta la casa de don Tomás Bejarano al frente de la galería, donde los lectores de prensa y radioescuchas de los únicos 3 ó 4 radios del pueblo montaron un gran mapa y con banderitas de los dos países indicaban la situación y el avance de las tropas.
Y cambian las costumbres y silencian al locutor del amor…
Los muchachos de entonces cambiaron también el juego callejero por las excursiones a las casas aristocráticas donde había radio: primero donde Joaquín Arias en la carrera 2ª con calle 14, después donde el sastre Ángel María Benítez, luego donde don Santiago Espinosa Bejarano en la plaza principal.
Sin embargo, hubo padres de familia y abuelos de la época, en 1935, “que murieron sin asimilar el acortamiento de distancia causado por el cajón de música“. Para la muestra un botón (de radio): a los hermanos Velasco Puente los castigaron sus papás “no por llegar tarde, sino por mentirosos: ¡Cómo se les ocurre meternos el cuento de que llegaron tarde porque estaban oyendo una pelea de boxeo desde Nueva York!”, según contaba Agustín Velasco Puente.
Pero el audio para los yumbeños no era sólo a través de las ondas hertzianas. Los habitantes del Yumbo de antaño se contaron sus cuitas amorosas y complacencias gracias al servicio que prestó Jesús Cerquera a través de la primera emisora del pueblo: la Voz de la Guadua.
Cuando don Jesús izaba el altoparlante y empezaba la emisión, la juventud de la época se instalaba en la plaza para enterarse de los galanteos, cifrados a través de las melodías y que dieron origen a tantos romances cuyos protagonistas llegaron hasta el altar.
Sin embargo, la emisora fue clausurada desde aquella malhadada tarde dominical cuando Jesús Cerquera al aire fue descortés con doña Emma, su esposa. El caso fue el siguiente: Cerquera con entonado acento romántico, al aire dijo:
-“Y ahora para complacer al par de tortolitos que están debajo del almendro, y los que están en el kiosco, escuchemos `Piel Canela’ de Voy y lo Capo…”.
–“Voy y lo Capo no; ¡Bobby Capó, viejo bruto!”, le ripostó doña Emma.
–“¡Usted no se meta, vieja güebona, que yo hablo como a mí me da la gana!”, le gritó Jesús.
Al otro día, lunes a primera hora, la primera mujer alcalde del Municipio de Yumbo, Celina Caicedo de Arango, clausuró la Voz de la Guadua y ordenó perentoriamente que Jesús Cerquera volviera a hablar por micrófono alguno, al menos durante su mandato. (…)
(Crónica leída por el autor en el Encuentro Intergeneracional de la comunidad raizal de Yumbo (2014) con motivo de la celebración del 7 de agosto, Batalla de Boyacá, en el auditorio del Instituto Municipal de Cultura)
Por Juan de Dios Vivas-Satizábal para www.todosesupo.com
Que bueno aprender la forma de comunicación que usaban nuestros familiares hace bastantes años.
Mucho mejor (y me alegro harto) que jóvenes como tú quieran conocer de las costumbres y tradiciones de nuestros mayores. Muchas gracias por visitar nuestro portal.